Hoy, la parábola nos presenta un panorama de inhibición y
excusas ante la invitación a la "cena". Ello nos da pie a tratar del
"principio de participación" que defiende la Doctrina Social de la Iglesia. Dios ha dejado al hombre en manos del propio hombre, y esto implica
—socialmente— que la persona tiene el deber-derecho de asumir responsabilidades
en su comunidad y tomar parte activa en las decisiones de la vida social.
Esta exigencia moral se fundamenta en la libertad y
dignidad del ser humano. La participación libre y responsable en la vida social
es una necesidad para el desarrollo humano. De ahí surge la exigencia de que
nadie —sea una persona, sea una familia, sea un pueblo-nación— sea relegado de
su protagonismo activo en la convivencia y configuración del entorno
socio-político.
—La Iglesia no concreta el modo y la medida de dicha
participación, pero afirma que cada uno debe tomar parte en la promoción del
bien común como un sujeto responsable y no sólo en forma de colaboración pasiva.