En el clima espiritual de la Navidad y el inicio de un
nuevo año civil nuestro pensamiento se dirige al ansiado valor de la paz. Este
don, tan valorado por las sociedades, es apreciado tanto en esta vida como en
la vida eterna, donde será parte de los bienaventurados. Así nos lo recordaba San Agustín: "Porque es tan
singular el bien de la paz, que aún en las cosas terrenas y mortales no sabemos
oír cosa de mayor gusto, ni desear objeto más agradable, ni finalmente podemos
hallar cosa mejor".
La paz en la tierra es un innegable valor que solo se
puede lograr cuando los mismos ciudadanos se proponen alcanzarla y a trabajan
para conseguirla, por medio del orden, de la justicia, del respeto y de la
libertad. Del mismo modo es apreciable reconocer que esta paz en la tierra
ayuda a alcanzar la paz eterna, porque los tiempos de paz permiten la oración,
la contemplación y la reflexión, es decir, permiten crecer al ser humano en
sabiduría.