Mostrando entradas con la etiqueta Bautismo de Jesús. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bautismo de Jesús. Mostrar todas las entradas

sábado, 24 de mayo de 2014

Papa Francisco en Misa de Amán



“La paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre”

24-05-2014

El intenso aire alivió un poco el calor del medio día en Jordania. El estadio de Amán rebosó de entusiasmo y alegría al recibir a Francisco, que paseó en papamóvil durante varios minutos para saludar y bendecir a los peregrinos. Entre las banderas jordana y vaticana, podían distinguirse además las de otros países próximos como Líbano o Iraq. 

En su homilía, el Papa recordó que muy cerca de allí está el lugar donde Jesús fue bautizado y recibió el Espíritu Santo. Invitó a invocarlo para obtener la paz.

domingo, 8 de enero de 2012

Festividad del Bautismo del Señor


La fiesta de hoy, con la que concluye el tiempo navideño, nos brinda la oportunidad de ir, como peregrinos en espíritu, a las orillas del Jordán, para participar en un acontecimiento misterioso: el bautismo de Jesús por parte de Juan Bautista.

Hemos escuchado en la narración evangélica: 
Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fué bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». (Mc 1, 7-11).





martes, 3 de enero de 2012

Evangelio del día [03.12.2012]

Día litúrgico: 3 de Enero (Feria del tiempo de Navidad).


Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».

Comentario: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España).

«Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios»

Hoy, este fragmento del Evangelio de san Juan nos adentra de lleno en la dimensión testimonial que le es propia. Es testigo la persona que comparece para declarar la identidad de alguien. Pues bien, Juan se nos presenta como el profeta por excelencia, que afirma la centralidad de Jesús. Veámoslo desde cuatro puntos de vista.

La afirma, en primer lugar, como un vidente que exhorta: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo hace, en segundo lugar, como un convencido que reitera: «Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’» (Jn 1,30). Lo confirma como consciente de la misión que ha recibido: «He venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel» (Jn 1,31). Y, finalmente, volviendo a su cualidad de vidente, afirma: «El que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre Él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto» (Jn 1,33-34).

Ante este testimonio que conserva dentro de la Iglesia la misma energía de hace dos mil años, preguntémonos, hermanos: —En medio de una cultura laicista que niega el pecado, ¿contemplo a Jesús como aquel que me salva del mal moral? —En medio de una corriente de opinión que sólo ve en Jesús un hombre religioso extraordinario, ¿creo en Él como aquel que existe desde siempre, antes que Juan, antes de que el mundo fuera creado? —En medio de un mundo desorientado por mil ideologías y opiniones, ¿admito a Jesús como aquel que da sentido definitivo a mi vida? —En medio de una civilización que margina la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien reposa plenamente el Espíritu de Dios?

Y una última pregunta: —Mi “sí” a Jesús, ¿es tan absoluto que también yo, como Juan, proclamo a los que conozco y me rodean: «¡Os doy testimonio de que Jesús es el hijo de Dios!»?