En Anjara, Jordania, una imagen de la Virgen en un pequeño santuario mariano dentro de un convento derramó lágrimas de sangre en 2010, ante la mirada asustada de una religiosa que estaba limpiando cerca.
El Patriarca latino de Jerusalén examinó el caso, lo dio por verídico y se colocó una placa junto a la imagen registrando el hecho, aunque falta un reconocimiento de más nivel con un análisis de su significación espiritual.
No es muy común en pleno siglo XXI que una autoridad eclesial católica dé un "visto bueno" ágil a un fenómeno de lacrimación. El hecho de que sucediera en un convento y en la presencia de una religiosa, y que no fuese acompañado de mensajes ni de más acontecimientos misteriosos puede haber facilitado el reconocimiento por parte de la Iglesia. Los restos de las lágrimas de sangre aún se observan en la imagen de la Virgen.
Aunque la religiosa testigo de los hechos es egipcia, el convento pertenece al Instituto del Verbo Encarnado y a su rama religiosa, las Hermanas de Matará, una congregación joven de origen argentino, por lo que ha contado con cierta difusión en lengua española, pero en general el suceso es poco conocido fuera de Jordania.