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viernes, 3 de octubre de 2014

El respeto por lo sagrado

San Juan Pablo II celebrando la Santa Misa
Hoy, el mundo occidental —particularmente Europa— merecería quizá la misma lamentación de Cristo ante las poblaciones de Corazín, Betsaida… Son sociedades que, habiendo conocido las obras de Jesucristo, ahora no le reconocen e, incluso, han llegado a perder el sentido y el respeto por lo sagrado.

Es fundamental para la convivencia de las culturas el respeto a lo que para los otros es sagrado (actitud que es lícito suponer también en quien no cree en Dios). Cuando se viola este respeto, se pierde algo esencial de una sociedad. En Occidente se multa a quien deshonra la fe de Israel o al Corán. En cambio, cuando se trata de Jesucristo y de lo que es sagrado para los cristianos, entonces la libertad de opinión aparece como el bien supremo (aun a costa de burlas contra lo cristiano).

—Señor, Autor de la paz, concede a nuestra sociedad el vivir una libertad (de opinión) siempre respetuosa con el honor y la dignidad del otro.

domingo, 30 de marzo de 2014

Evangelio del Domingo [30.03.2014]

Día litúrgico: Domingo IV (A) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 9,1-41): En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo». Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.

Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». El respondió: «No lo sé».