Nuestro Santo Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica
Postsinodal “Pastores Dabo Vobis”, delinea la identidad del sacerdote: “Los presbíteros son, en la Iglesia y para
la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor;
proclaman con autoridad su palabra, renuevan sus gestos de perdón y de
ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y
la Eucaristía; ejercen hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del
rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo
en el Espíritu. En una palabra, los presbíteros existen y actúan para el anuncio del Evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre” [27].
Han sido días intensos, vividos con gran alegría y
entusiasmo. Esto es muestra de que así debería vivirse siempre el ministerio,
movidos, únicamente, por el amor. Han sido días intensos: los preparativos de
la casa, las reuniones, la visita de las familias, etc.; pero, sobre todo, el
prepararnos para recibir el don del sacerdocio y del diaconado.