Nuestro Santo Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica
Postsinodal “Pastores Dabo Vobis”, delinea la identidad del sacerdote: “Los presbíteros son, en la Iglesia y para
la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor;
proclaman con autoridad su palabra, renuevan sus gestos de perdón y de
ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y
la Eucaristía; ejercen hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del
rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo
en el Espíritu. En una palabra, los presbíteros existen y actúan para el anuncio del Evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre” [27].
Han sido días intensos, vividos con gran alegría y
entusiasmo. Esto es muestra de que así debería vivirse siempre el ministerio,
movidos, únicamente, por el amor. Han sido días intensos: los preparativos de
la casa, las reuniones, la visita de las familias, etc.; pero, sobre todo, el
prepararnos para recibir el don del sacerdocio y del diaconado.
En el sacramento del orden, a través de la imposición de
manos y de la oración consecratoria hecha por el Obispo sobre el candidato al
sacerdocio, se determina: “un vínculo
ontológico específico, que le une con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor”.
Los presbíteros, además, gracias a la configuración de su ministerio pastoral a
imagen del ministerio apostólico y sacramental de Jesucristo, apóstol y
pontífice, participan del sacerdocio apostólico del obispo en la Iglesia,
mediante el anuncio del Evangelio, la celebración de los sacramentos y la
oración por el pueblo; proclamando y celebrando, de este modo, la salvación
para todo el mundo en la consumación del Reino de Dios.
Por otro, lado los diáconos, que reciben la imposición de
las manos por parte del obispo, “no en
orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”, son confortados con la
gracia sacramental, en comunión con el Obispo y el presbiterio; sirviendo al
Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad.
Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad
competente, administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía,
asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a
los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al
pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales,
presidir el rito de los funerales y sepultura. Dedicados a los oficios de la
caridad y de la administración, los diáconos siempre deben tener presente el
consejo del bienaventurado Policarpo: “sean
misericordiosos, diligentes, procediendo conforme a la verdad del Señor, que se
hizo servidor de todos”.
Llegó entonces el gran día, 12 de diciembre de 2014 en la
fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, nos embargaba la emoción y los nervios,
porque llegaba el momento de ser ordenados Presbíteros y Diáconos. Nos
visitaban Sacerdotes de nuestra Prelatura de Caravelí, sacerdotes de diversas
jurisdicciones Eclesiásticas procedentes de: Carabayllo, Huancayo, Puno, del
Obispado Castrense, entre otros. Contamos, también, con la presencia de nuestro
director espiritual, el padre Eusebio Pascual, Operario Diocesano, quien estuvo
junto a nosotros durante los años de formación en el seminario, ayudándonos a
crecer espiritualmente en la vocación sacerdotal. Nuestro Obispo Mons. Juan Carlos Vera Plasencia MSC,
fue quien presidió la Eucaristía, acompañado del Obispo Emérito de la Prelatura
de Caravelí Mons. Bernardo Kühnel MSC,
Nuestro Vicario General, Pbro. Adán
Falcón Díaz y de los demás concelebrantes.
La celebración inició a las 10:30 a.m. en un día de
radiante sol caravileño. Primero, fueron ordenados diáconos: Tomasinho Jesús
Peña Sánchez y Miguel Antonio Zapata More; luego, tuvo lugar la ordenación
presbiteral de los diáconos: Víctor Arcos Sota, Jaime Luis Carrascal Quiroz,
Renzo Miguel Saldaña Gonzáles y Francisco Javier Vargas Toro. No pudimos
contener las lágrimas al ser ungidos como sacerdotes, ya que es una gracia
maravillosa e inmerecida. Hubieron sentimientos encontrados y recuerdos de la
formación, ¡todo eso se nos venía a la mente!; pero, sobre todo, reconocimos
cómo Dios se ha manifestado a lo largo de nuestra formación ¡Realmente sentimos
una alegría, ya que hemos sido constituidos sacerdotes para siempre, según el
corazón de Cristo! Nuestros familiares, provenientes de Cusco, Lima, Chiclín,
Trujillo, Cuculí y Chiclayo; vivieron, también, con mucho entusiasmo estos
días. Después de la misa de ordenación, en la recepción, contamos con la
presencia del grupo Maramanta, quienes nos animaron y deleitaron con música de Apurímac.
Damos gracias a Dios por su gracia y misericordia, gracias
a Mons. Juan Carlos Vera Plasencia MSC,
por confiar en nosotros, por ser nuestro amigo, pastor y, sobre todo, por ser
nuestro Padre. Damos gracias, también, a los Sacerdotes que nos acompañaron y
nos acompañarán siempre en nuestro ministerio, a las personas que colaboraron y
que colaboran en la formación, a los fieles de las parroquias que asistieron y
nos acompañaron en ese día llegando desde Chala, Caravelí (Cahuacho, Sondor,
Maraycasa, Ayroka, Tonco), Atico, Laramate, Otoca, Puquio, Coracora, Pauza,
Lampa, y entre otros anexos.
A todos ustedes ¡Gracias en verdad!
Pbro. Jaime Luis Carrascal Quiroz
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