Hoy, con el corazón inundado de la luz de Belén,
recordamos a san Esteban, el primer mártir cristiano. El Niño que da vagidos en
el pesebre es el Hijo de Dios hecho hombre que nos pide que testimoniemos con
valentía su Evangelio, como lo hizo Esteban. Como su Maestro, muere perdonando
a sus perseguidores y nos ayuda a comprender que la llegada del Hijo de Dios al
mundo da origen a la civilización del amor.
San Esteban es también el primer diácono de la Iglesia,
que haciéndose servidor de los pobres por amor a Cristo, entra progresivamente
en plena sintonía con Él y lo sigue hasta el don supremo de sí. El mártir es
quien muere con la certeza de saberse amado por Dios y, sin anteponer nada al
amor de Cristo, sabe que ha elegido la mejor parte.
—La fiesta de san Esteban nos recuerda a los creyentes que
en varias partes del mundo viven sometidos a sufrimientos a causa de su fe.
¡Comprometámonos a sostenerlos con la oración!
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