Hoy el Evangelio nos muestra a María en el acto de ofrecer
incondicionalmente a su Hijo en el Templo. Allí comparece Simeón como portador
de una antigua esperanza, y el Espíritu del Señor habla a su corazón. Por eso
puede contemplar a Aquel a quien muchos profetas y reyes habían deseado ver:
Cristo, luz que alumbra a las naciones.
Simeón reconoce en aquel Niño al Salvador, pero intuye
—gracias al Espíritu— que en torno a Él girará el destino de la humanidad, y
que deberá sufrir mucho a causa de los que lo rechazarán; proclama su identidad
y misión como Mesías con las palabras que forman uno de los himnos de la
Iglesia naciente: el "Nunc dimittis" ("Ahora, Señor, puedes
despedir en paz a tu siervo"). Habiendo "tocado" la salvación,
el entusiasmo es tan grande, que para Simeón vivir y morir son lo mismo.
—La primera persona que se asocia a Cristo en el camino de
la fe probada y del dolor compartido es su madre, Santa María.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
No hay comentarios:
Publicar un comentario