Día litúrgico: Miércoles II de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo,
respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Comentario: P. Jacques PHILIPPE (Cordes
sur Ciel, Francia).
Mi yugo es suave y mi carga ligera
Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es,
ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero
no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El
único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede
gozar y descansar por amor…
La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso,
Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y
seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en
ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por
llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella
me complazco» (Sal 119,35).
Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un
día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior
que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía?
Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y
pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento,
y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre.
No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un
problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en
la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me
dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a
acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y
recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir
en paz, abandonando todo en las manos del Señor…
Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde
existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento…
¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la
inquietud!
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