Un canto de paz resonó en Belén, en el silencio de la
noche, en la ciudad de David. Era el canto esperado desde el drama del Génesis,
que arrancó al hombre de la felicidad del paraíso; era el canto de la buena
noticia que anunciaba la llegada del Salvador. Los pastores escucharon y
acogieron el mensaje: “Gloria a Dios en
las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor”.
Belén es símbolo del poder de Dios hecho niño por amor. El
amor es desde entonces el corazón del mensaje cristiano y la esencia de su
misión. Por eso recordaba el Papa Francisco: “Tener paciencia entre nosotros.
Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el
amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los
individualismos, y se apaga la alegría”.
Belén es símbolo de fecundidad. Es el desafío a la
historia del poder humano para recordarnos que solo es verdaderamente grande el
poder de Dios, capaz de hacer lo imposible.
Belén es la llamada del Espíritu a la Iglesia que es Madre
y debe ser siempre fecunda en santidad. Por eso, con las palabras del Papa
Francisco les invitamos a vivir este desafío de fecundidad eclesial: “Viendo
esta historia de esterilidad del pueblo de Dios y tantas historias en la
historia de la Iglesia que la han hecho estéril pidamos al Señor, hoy,
mirando el Pesebre ”, la gracia “de la fecundidad de la Iglesia. Que
ante todo, la Iglesia sea madre, como María”.
Feliz Navidad y que Cristo les llene de paz, salud y
santidad.
P. Guillermo Inca
Pereda OSJ
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