Día litúrgico: Viernes I de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 9,27-31): Cuando Jesús se iba
de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros,
Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les
dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó
los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus
ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en
cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.
Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM
(Barcelona, España).
Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle:
‘Sí, Señor’
Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos
presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se
le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él,
de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le
identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su
desgracia?
Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen
ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de
Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con
su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de
David!» (Mt 9,27).
Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt
9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen
en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí,
Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En
efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.
Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para
nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo
comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo:
«Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir
completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El
Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de
petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.
Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo
se ve con el corazón».
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