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miércoles, 3 de diciembre de 2014

El Hijo de Dios se encarnó por nuestra salvación

Hoy, este panorama de curaciones (¡signo de salvación!) que leemos en el Evangelio, interpela la controversia sobre el mesianismo de Jesús: ¿ha redimido verdaderamente a Israel? La misión, tal como Él la ha vivido, seguramente no se corresponde con la expectativa de la salvación mesiánica inmediata que tenían los hombres, que se sentían oprimidos no tanto por sus pecados, sino por la miseria de su existencia.

San José recibió la orden de dar un nombre al niño; el mismo nombre que el ángel había indicado también a María: "Jesús", que significa "Dios es salvación". El ángel que habló en sueños a José aclara en qué consiste esta salvación: "Él salvará a su pueblo de los pecados".

—Si el hombre trastoca su primera y fundamental relación —la que tiene con Dios— entonces ya no queda nada más que pueda estar verdaderamente en orden. Jesús quiere señalar al hombre el núcleo de su mal y hacerle comprender: si no eres curado en "esto", no obstante todas las cosas buenas que puedas encontrar, no estarás verdaderamente curado.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Adviento ("adventus"): movimiento de Dios hacia la humanidad

Hoy la comunidad eclesial, mientras se prepara para celebrar el gran misterio de la Encarnación, está invitada a redescrubrir y profundizar su relación personal con Dios. La palabra latina "adventus" se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura y adhesión que apreciamos en el centurión.

Al igual que Dios es soberanamente libre al revelarse y entregarse, porque sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su asentimiento, aunque tenga obligación de darlo: Dios espera una respuesta de amor. Durante estos días la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esta respuesta a la Virgen María.

—Santa María, tú mejor que nadie puedes guiarnos a conocer, amar y adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Acompáñame para que me prepare con sinceridad de corazón y apertura de espíritu a reconocer en tu Niño de Belén al Hijo de Dios que vino para salvarnos.