04-01-2015 Radio Vaticana
![]() |
Escuchar audio |
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Bello domingo
nos regala el año nuevo. ¡Bella jornada!
San Juan dice en el Evangelio que hemos leído hoy: «En
ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las
tinieblas, y las tinieblas no la percibieron». «La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre» (Jn. 1,1-18). Los hombres
hablan tanto de la luz, pero a menudo prefieren la tranquilidad engañadora de
la oscuridad. Nosotros hablamos mucho de la paz, pero a menudo recurrimos a la
guerra o elegimos el silencio cómplice o no hacemos nada concreto para
construir la paz. De hecho, San Juan dice: «Vino a los suyos, y los suyos no la
recibieron. Porque el juicio es éste: la luz -Jesús- ha venido al mundo, pero
los hombres prefirieron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran
malas. Cualquier persona, de hecho, que hace el mal, odia la luz. Y no viene a
la luz para que sus obras no sean reprendidas. Así dice el Evangelio de San
Juan. El corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas,
porque la luz descubre sus malas obras. ¡Quien hace el mal, odia la luz! ¡Quien
hace el mal, odia la paz!
Hemos iniciado hace pocos días el año nuevo en el nombre
de la Madre de Dios, celebrando la Jornada Mundial de la Paz, sobre el tema “No esclavos, sino hermanos”. Mi auspicio es que se supere la explotación del
hombre por parte del hombre. Esta explotación es una plaga social que mortifica
las relaciones interpersonales e impide una vida de comunión marcada por el
respeto, la justicia y la caridad. Cada hombre y cada pueblo tiene hambre y sed
de paz; cada hombre y cada pueblo tiene hambre y sed de paz… por lo que es
necesario y urgente construir la paz.