Hoy, en contraste evidente con los maestros de la ley, el
Evangelio nos presenta el gesto sencillo, insignificante, de una mujer viuda
que suscitó la admiración de Jesús. El valor del donativo era casi nulo, pero
la decisión de aquella mujer era admirable, heroica: dio todo lo que tenía para
vivir.
En este gesto, Dios y los demás pasaban delante de ella y
de sus propias necesidades. Ella permanecía totalmente en las manos de la
Providencia. Jesús valoró el olvido de sí misma, y el deseo de glorificar a Dios
y de socorrer a los pobres, como el donativo más importante de todos los que se
habían hecho —quizá ostentosamente— en el mismo lugar.
—La opción fundamental y salvífica tiene lugar en el
núcleo de la propia conciencia, cuando decidimos abrirnos a Dios y vivir a
disposición del prójimo; el valor de la elección no viene dado por la cualidad
o cantidad de la obra hecha, sino por la pureza de la intención y la
generosidad del amor.
Comentario: Rev. D. Enric PRAT i Jordana
(Sort, Lleida, España).
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