Hoy, debemos redescubrir la alegría del "Domingo
cristiano", el privilegio de participar en la Eucaristía, que es el
sacramento del mundo renovado. La resurrección de Cristo tuvo lugar el primer
día de la semana, que en la Escritura es el día de la creación del mundo.
Precisamente por eso, la primitiva comunidad cristiana consideraba el domingo
como el día en que, con la victoria de Cristo sobre la muerte, había iniciado
la nueva creación.
Sobre la experiencia de los mártires de Abitina (s. IV)
debemos reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI: 49 cristianos
fueron sorprendidos un domingo mientras celebraban la Eucaristía desafiando así
las prohibiciones imperiales. Fue significativa la respuesta que un cierto
Emérito dio al procónsul: "Sine dominico non possumus"; es decir, sin
reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir.
—Necesitamos este "Pan" para afrontar la fatiga
y el cansancio del viaje. El Domingo, día del Señor, es la ocasión propicia
para sacar fuerzas de Él, que es el Señor de la vida.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de
textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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