Hoy Jesucristo, como maestro, nos pide que ayudemos a los
demás, y que lo hagamos con humildad, dando buen ejemplo y evitando el
"juicio crítico". A veces "conocemos" los defectos en los
demás y no "reconocemos" los nuestros; o exigimos lo que ni nosotros hacemos.
El Señor nos advierte del peligro de la hipocresía y nos pide la sinceridad con
nosotros mismos.
Amar a una persona es desear su mejora, su progreso. Para
ello, con frecuencia debemos ver, juzgar y evaluar. Pero, ¿cómo hacerlo en
positivo? El secreto es doble. Primero, el buen ejemplo propio, que anima a
quienes nos rodean. Segundo, juzgar con la mirada de Cristo: con la Verdad por
delante y acompañando con la misericordia. Eso es fraternidad.
—Jesús, deseo ocuparme de los míos como tú lo haces con
nosotros. Te veo aceptando y disculpando a María Magdalena; te veo recogiendo y
llevándote al cielo a Dimas, el buen ladrón. ¡Ayúdame a ayudar!
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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