Hoy, estos versículos del Evangelio se integran en el
capítulo de las Bienaventuranzas y con la misma radicalidad. Es la novedad
entrañable de la doctrina y del corazón de Cristo: amar a los enemigos y rezar
por los que nos persiguen. Él sabía que esto era difícil de
"digerir".
"Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto". La lucha por la santidad no es una opción para
superdotados. Si se nos permite una semejanza, dicha llamada está en el
"A.D.N." de nuestro ser esencial. Es una vocación divina que arranca
del Bautismo y que nos lanza a vivir, con la fuerza del Espíritu, la unión con
Dios a través de todas las circunstancias de nuestra vida. Nadie puede vivir
fuera de esta llamada. El Concilio Vaticano II enseñó esta doctrina.
—Que yo sepa, Señor, mirar para adentro, para encontrarte
a Ti, con tu llamada a luchar por amor, haciéndote “visible” a los que me rodean
y, así, abrir horizontes divinos a todos los hombres.
Comentario: Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch
(Salt, Girona, España).
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