Hoy, con Jesucristo, nos admiramos ante las palabras del
centurión. Nos conmueve la preocupación de este jefe por un subalterno. Y nos
convence el sentido común con que capta el poder divino. En el
"Credo" confesamos que Dios es Padre todopoderoso. Pero, ¿cómo
conciliar su poder infinito con la presencia del mal? Es el misterio de la
aparente impotencia divina.
Dios no es un "policía del cosmos", que
interviene para poner orden —según nuestros esquemas— en todos los rincones del
universo. Él es Padre y su gobierno es providencial. A veces, nos puede parecer
ausente e incapaz de impedir el mal. Sin embargo, Dios Padre ha revelado su
omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la
Resurrección de su Hijo.
—Señor, eres tan grande que en Jesús te has hecho pequeño.
Y, desde la Cruz, nos enseñas a transformar el mal en un gesto de amor. Tu
"debilidad" es más fuerte que la fuerza de los hombres.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant
Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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