Hoy, con evidente intención retorcida, los saduceos son
víctimas de la torpe inconsistencia de sus planteamientos. Primero, usan
indebidamente la Escritura: para encontrar fundamento a sus equivocadas
creencias, buscan contradicciones internas en la Revelación de Dios. Segundo,
caen en el pueril error de concebir el cielo con imágenes humanas, sometiendo
la grandeza celestial a esquemas terrenales.
Desde que Jesús ascendió al cielo, el ser humano ha
entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra,
ya para siempre, espacio en Dios. El "cielo", la palabra cielo no
indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime:
indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a
la humanidad, Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos
para siempre.
—El estar del hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos
acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos
acercamos a Jesús y entramos en comunión con Él.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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