04-11-2013 Radio Vaticana
(RV).- (Escuchar audio) Esta mañana, a las once y media, en
el Altar de la Cátedra de la Basílica papal de San Pedro, el Obispo de Roma
presidió –como es tradicional al comienzo del mes de noviembre, marcado por el
recuerdo y la oración por los fieles difuntos- la Santa Misa en sufragio por
los Cardenales y Obispos que fallecieron en el curso del año. Nueve purpurados
y 136 Arzobispos y Obispos de la Iglesia que peregrina en el mundo, a los que
el Papa Francisco encomendó a la misericordia del Señor, por intercesión de la
Virgen y de san José, para que los reciba en su reino de luz y de paz, donde
viven eternamente los justos y los que han sido fieles testigos del Evangelio.
«Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes
espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá
separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor»,
evocando estas palabras de san Pablo, en las que el Apóstol presenta el amor de
Dios como el motivo más profundo e invencible de la confianza y de la esperanza
cristiana, el Santo Padre, puso de relieve que sólo el pecado puede interrumpir
estos lazos, pero también en este caso Dios busca al hombre para sanar esa
unión que perdura después de la muerte, el amor fiel que Dios tiene para cada
uno de nosotros nos ayuda a afrontar con serenidad y fortaleza el camino de
todos los días:
«Incluso los poderes demoníacos hostiles al hombre, dejan
impotentes frente a la íntima unión de amor entre Jesús y los que lo acogen con
fe. Esta realidad del amor fiel que Dios tiene para cada uno de nosotros nos
ayuda a afrontar con serenidad y fortaleza el camino de todos los días, que a
veces es también lento y cansador. Sólo el pecado del hombre puede interrumpir
este vínculo, pero incluso en este caso, Dios siempre buscará al hombre para
restaurar con él una unión que perdura también después de la muerte. Aún más,
una unión que en el encuentro definitivo con el Padre llega a su culmen. Esta
certeza le da a la vida terrena un nuevo y pleno significado y nos abre a la
esperanza para la vida más allá de la muerte».
Con el Libro de la Sabiduría, el Papa Francisco destacó
que ante la muerte de un ser querido o que conocimos bien, nos preguntamos ¿qué
será de su vida, de su trabajo, de su servicio a la Iglesia?, para responder
«¡están en las manos de Dios!»:
«Estos pastores celosos que han dedicado su vidas al
servicio de Dios y de los hermanos, están en las manos de Dios. Todo de ellos
está custodiado y no quedará corroído por la muerte. Están en las manos de Dios
sus días entretejidos de gozos y sufrimientos, de esperanzas y de fatigas, de
fidelidad al Evangelio y de pasión por la salvación espiritual y material del
rebaño que se les confió».
También nosotros estamos en las manos misericordiosas de
Dios, manos llagadas de amor, como las de Jesús, nuestra fortaleza y esperanza:
«También nuestros pecados, están en las manos de Dios,
manos que misericordiosas, manos "llagadas" por el amor. No es una
casualidad que Jesús haya querido conservar las llagas en sus manos para
hacernos sentir su misericordia. ¡Y esta es nuestra fuerza y nuestra esperanza! Esta realidad, llena de esperanza, es la
perspectiva de la resurrección final de la vida eterna, a la que están
destinados "los justos", aquellos que acogen la Palabra de Dios y son
dóciles a Su Espíritu.».
Recordando a nuestros queridos hermanos Cardenales y
Obispos difuntos «hombres dedicados a su vocación y a su servicio a la
Iglesia», que amaron como a una esposa, el Papa Francisco los encomendó a la
misericordia divina para sean recibidos donde viven eternamente los justos y
los que han sido fieles testigos del Evangelio, alentando a rezar para que el
Señor nos prepare a todos a este encuentro.
(CdM – RV)
No hay comentarios:
Publicar un comentario