El Juicio Final, Capilla Sixtina (Ciudad el Vaticano) |
Hoy día, la idea del Juicio Final se ha desvaído: la fe
cristiana se orienta sobre todo hacia la salvación personal del alma; la
reflexión sobre la historia universal, en cambio, está dominada en gran parte
por la idea del "progreso".
El ateísmo de los siglos XIX y XX, por sus raíces y
finalidad, es un moralismo, una protesta contra las injusticias de la historia:
tanto sufrimiento de los inocentes y tanto cinismo del poder, no pueden ser
obra de un Dios bueno. Pero, aunque sea comprensible la protesta contra Dios,
la pretensión de que la humanidad pueda hacer justicia sin Dios es presuntuosa
e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han derivado las más grandes
crueldades, no es casualidad.
—Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es
un mundo sin esperanza. La fe en el Juicio Final y en el retorno de Cristo es,
ante todo, una esperanza, cuya necesidad se ha hecho más evidente precisamente
en las convulsiones de los últimos siglos.
Fuente: master·evangeli.net
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