Día litúrgico: Miércoles VII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 9,38-40): En aquel tiempo,
Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu
nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con
nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un
milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el
que no está contra nosotros, está por nosotros».
Comentario: Rev. D. David CODINA i Pérez
(Puigcerdà, Gerona, España).
El que no está contra nosotros, está por nosotros
Hoy escuchamos una recriminación al apóstol Juan, que ve a
gente obrar el bien en el nombre de Cristo sin formar parte del grupo de sus
discípulos: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y
tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros» (Mc 9,38). Jesús nos da
la mirada adecuada que hemos de tener ante estas personas: acogerlas y
ensanchar nuestras miras, con humildad respecto a nosotros mismos, compartiendo
siempre un mismo nexo de comunión, una misma fe, una misma orientación, es
decir, caminar juntos hacia la perfección del amor a Dios y al prójimo.
Esta manera de vivir nuestra vocación de “Iglesia” nos
invita a revisar con paz y seriedad la coherencia con que vivimos esta apertura
de Jesucristo. Mientras haya “otros” que nos “molesten” porque hacen lo mismo
que nosotros, esto es un claro indicio de que todavía el amor de Cristo no nos
impregna en toda su profundidad, y nos pedirá la “humildad” de aceptar que no
agotamos “toda la sabiduría y el amor de Dios”. En definitiva, aceptar que
somos aquellos que Cristo escoge para anunciar a todos cómo la humildad es el
camino para acercarnos a Dios.
Jesús obró así desde su Encarnación, cuando nos acerca al
máximo la majestad de Dios en la pequeñez de los pobres. Dice san Juan Crisóstomo:
«Cristo no se contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también
hacerse pobre y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la
cárcel y sufrir las debilidades, para lograr de ti la conversión». Si Cristo no
dejó pasar oportunidad alguna para que vivamos el amor con los demás, tampoco
dejemos pasar la ocasión de aceptar al que es diferente a nosotros en la manera
de vivir su vocación a formar parte de la Iglesia, porque «el que no está
contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40).
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