Día litúrgico: Lunes VI de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo,
Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré
de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará
testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis
conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os
expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os
mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al
Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de
que ya os lo había dicho».
Comentario: Pbro. D. Luis A. GALA Rodríguez
(Campeche, México).
«Yo os enviaré (…) el Espíritu de la verdad»
Hoy, el texto evangélico contiene el aviso de Jesús de las
dificultades que encontrará todo aquel que sea su discípulo: «Incluso llegará
la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios» (Jn 16,2).
Humanamente es normal que el miedo pueda abrazarnos, pero también es cierto que
nos conforta el saber que no estamos solos, sino que contamos con el Paráclito,
el Espíritu de la Verdad, que es quien dará testimonio (cf. Jn 15,26).
Hay que tener presente que el Espíritu vive en cada
bautizado, puesto que somos por adopción "hijos de Dios" y
"Templo vivo del Espíritu": ¡cuánta verdad!, y muchas veces lo
olvidamos o ya no lo creemos, porque no hemos conocido ni al Padre ni al Hijo
(cf. Jn 16,3). Vivimos una crisis de valores y de fe, pensamos que el cambio
está fuera y que tendría que ser sólo obra de Dios, algo mágico. Pero el
Evangelio nos recuerda que el cambio opera en nosotros y por nosotros en la
acción del Espíritu Santo. El “Paráclito” no viene a solucionar nuestros
problemas, sino que nos enseña a analizarlos y a saber descubrir qué es lo que
verdaderamente tenemos que trabajar en nosotros para poder sostener y avivar el
testimonio de una vida en Cristo.
Benedicto XVI, en la Misa de apertura del Año de la Fe,
nos recordó que, «hoy —más que nunca— evangelizar quiere decir dar testimonio
de una vida nueva, trasformada por Dios», donde el Evangelio y la fe firme en
la Iglesia constituyen lo esencial.
Hay que dejarse tocar por Espíritu de Dios para que ante
tanto dolor, sufrimiento e impotencia de un mundo tan materialista —y aún
cuando parezca que Dios no está presente o es inalcanzable— no tengamos miedo,
sino que aprendamos a pedir la ayuda del Paráclito: «¡Ven Espíritu Santo y
transforma a tu Iglesia según tu voluntad!».
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