lunes, 27 de mayo de 2013

Papa Francisco: No es algo vago y abstracto, Dios es amor


26-05-2013 Radio Vaticana

RV - (Jesuita, Guillermo Ortiz) - Reconozcamos que Dios no es algo vago y abstracto, tiene un nombre: Dios es amor”, afirmó el Obispo de Roma en su reflexión previa a la oración mariana dominical del ángelus, en la Plaza de San Pedro colmada de multitud de peregrinos.

No es un amor sentimental emotivo. La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con que Dios mismo se ha revelado, caminando con la humanidad, y sobretodo en Jesús de Nazaret. “Jesús es el Hijo que nos ha hecho conocer al Padre Misericordioso y ha traído sobre la tierra su “fuego”, el Espíritu Santo”.

Francisco concluyó afirmando que hoy alabamos a Dios por Él mismo, por su inmensa Gloria, agradeciendo porque es amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna.

Texto completo de la alocución del Papa en italiano, antes del rezo mariano del Ángelus.

Queridos hermanos y hermanas! ¡Buenos días!

Esta mañana hice mi primera visita a una parroquia de la diócesis de Roma. Doy gracias al Señor y les pido que oren por mi servicio pastoral a esta Iglesia de Roma, que tiene la misión de presidir en la caridad universal.


Hoy es Domingo de la Santísima Trinidad. La luz del tiempo pascual y de Pentecostés renueva cada año en nosotros la alegría y el asombro de la fe: reconocemos que Dios no es algo vago, nuestro Dios no es un Dios spray, es concreto, no es abstracto, sino que tiene una nombre: "Dios es amor". No es un amor sentimental, emocional, sino el amor del Padre, que es la fuente de toda la vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu, que renueva al hombre y al mundo. Y pensar que Dios es amor, nos hace bien, porque nos enseña a amar, a entregarnos a los demás como Jesús mismo se dio por nosotros y camina con nosotros. Y Jesús camina con nosotros en el camino de la vida.

La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad. Es Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel y Jesús caminó siempre con nosotros y nos prometió el Espíritu Santo, que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que nos guía en nuestro interior, que nos da buenas ideas y buenas inspiraciones. Hoy alabamos a Dios, no por un misterio particular, sino por Sí mismo, "por su inmensa gloria", como dice el himno litúrgico. Lo alabamos y le damos las gracias porque Él es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna.


Encomendemos nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde de las criaturas, gracias a Cristo ya ha alcanzado la meta de la peregrinación en la tierra: ya está en la gloria de la Trinidad. Por esto María, nuestra Madre, la Virgen, resplandece por nosotros como signo seguro de esperanza. Es la madre de la esperanza, en nuestro camino, en nuestra vida es la madre de la esperanza, es la madre la que nos consuela también, la madre de la consolación y la madre que nos acompaña en el viaje. Ahora recemos a la Virgen todos juntos, nuestra madre, que nos acompaña en el camino.

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