Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,18-21
En
aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo
compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su
huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Dar alimento y calor
Una
relación de amor dentro del matrimonio, en tiempos de san Pablo, se comprendía
como una relación de obediencia mutua entre el hombre y la mujer. Pero lo
importante en esta lectura no es la visión social que se pueda tener sobre la
institución del matrimonio en el pasado, y qué relación se ha de tener entre
sus miembros, sino más bien, la relación semejante que hay entre Cristo y la
Iglesia. Esa relación semejante nos puede ayudar a comprender, en el presente,
que puede haber una relación mutua de obediencia: el uno abierto al otro. El
respeto mutuo, el uno abierto a las necesidades del otro, la escucha y la
confianza mutuas dan pie a una relación basada en la entrega mutua donde queda
lejos el egoísmo.
Entre
el hombre y la mujer no puede haber enemistad, porque nadie odia lo que hay en
sí mismo. “Pues nadie
jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo
hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo”.
El
texto ofrecido hoy en la lectura de los Efesios, son palabras que, a lo largo
de la historia, han dado lugar a una mala comprensión de lo que significa el
matrimonio. Por lo general se ha comprendido como una relación de dominio de un
sexo sobre otro. Pero no ha de ser así.
La
obediencia es estar a la escucha, no es estar subyugado. La obediencia es tener
en cuenta el ser y el pensar de cada uno, abierto a sus necesidades, para que
en la mutua entrega de amor se pueda dar una total donación de sí mismo. Eso es
lo que significa dar alimento y calor.
Cuando
san Pablo refiere este texto: “Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo
por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y
para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada
semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus
mujeres, como cuerpos suyos que son”. Normalmente olvidamos la
semejanza que pone con Cristo. Lo que es importante es que Cristo se entregó a
sí mismo por la Iglesia para consagrarla. El hombre y la mujer se deben mutua
entrega, unidos en matrimonio, forman una sola carne, un solo cuerpo. Dar la
vida como Cristo es lo que se acentúa como semejante.
La
expresión “como cuerpos suyos que son” puede conducirnos a la confusión de
dominio. No es dominio lo que ha de entenderse, sino pertenencia a una misma
raíz, los dos son un solo cuerpo. La relación de dominio pretende ejercer una
relación de poder. El saberse que ambos, hombre y mujer, pertenecen a una misma
raíz pone en un camino de igualdad una relación de semejanza. Ambos se
enriquecen.
En
el Evangelio de Lucas, Jesús compara con un grano de mostaza el Reino de Dios,
y también lo compara con la levadura. Dos ingredientes: uno para la siembra y
el otro para la elaboración del pan. Ingredientes que parecen insignificantes
en el proceso de crecimiento o fermentación donde la vida crece.
El
Reino de Dios, quizás lo imaginamos desde la grandeza, pero Jesús nos hace caer
en la cuenta en las cosas simples de la vida, a las que no prestamos atención.
Jesús centra nuestra mirada en ellas. Creemos que para estar con Dios hay que
hacer grandes heroicidades, pero no es así, las heroicidades están para los
superhombres. Dios nos pide cosas sencillas: estar a la escucha, dedicarle
tiempo, orar, donar nuestro tiempo con los ancianos, pequeños, enfermos,
encarcelados, pobres y necesitados.
Esas
pequeñas cosas, son las que hemos desterrado de nuestro comportamiento social
cuando nos hemos alejado de Dios, y son las que nos dan vida. Una vida
abundante. Un árbol como el de la mostaza alberga vida, los pájaros anidan en
él, porque merece confianza. Por ello, a semejanza del Reino de Dios, la
Iglesia ha de mostrar una semejanza de esas semillas que al crecer albergan la
vida y los demás depositan su confianza en ella. El lenguaje de la sencillez es
lo que muestra el compromiso con la vida y con Dios, y hemos de ser cautos en
no mezclar la sencillez del Evangelio con las grandezas humanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario