Lectura
del santo evangelio según san Lucas (11,27-28)
En aquel
tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío
levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Somos
Hijos de Dios por la fe
Sí,
pertenecemos, verdaderamente, a la familia que tiene a Dios como Padre,
porque Jesús, su Hijo Unigénito, vino a poner su tienda en medio de nosotros,
la tienda de su carne, para congregar a todas las gentes en una única familia,
la familia de Dios.
Siendo
esto la verdad que mantiene y fortalece nuestra existencia como persona
cristiana, decimos con Santo Tomás: “que la fe es el acto fundamental de
nuestro ser cristianos que nos conduce a la visión de Dios.” (II–II,
q. 1.)
Sí, la fe
es un acto profundamente personal, anclado en la más íntima profundidad de
nuestro yo humano pero, también es un acto de comunicación porque, desde su más
profunda esencia, es un coexistir es decir: la fe es apertura a la
inmensidad rompiendo las barreras de nuestra subjetividad.
Con el
Bautismo Dios nos regaló la fe, y esta fe ha ido creando en nosotros una
interioridad rica y fecunda que nos introduce en una relación objetiva y
original de filiación en relación con Dios.
Y, este
gran regalo, se nos otorga para que seamos conscientes de la invitación que
Dios nos hace: que vivamos, en verdad y con verdad, nuestra filiación divina,
para que seamos cada vez más conscientes que: somos en realidad hijos en la
gran familia de Dios.
Es una
invitación a transformar este don objetivo en una realidad subjetiva y
determinante para nuestra manera de pensar, para nuestra manera de actuar y
para nuestra manera de ser.
Dios nos
considera hijos suyos, pues nos ha elevado a una dignidad semejante, aunque no
igual, a la del mismo Jesús, el único que es plenamente verdadero Hijo. En Él
se nos da, o se nos restituye, la condición filial y la libertad confiada en
nuestra relación con el Padre.
Santa
María acogió la Palabra de Dios
«Mejor,
bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. »
Si, Jesús
nos invita a permanecer siempre a la escucha de su Palabra, en el silencio de
la oración, a acogerla con disponibilidad generosa y, a tener el profundo deseo
de entregarle nuestra vida, tal como lo hizo su Madre.
De Santa
María, Madre de Dios y Madre nuestra, podemos decir que vivía de la palabra de
Dios, que hablaba con palabras de Dios, que sus pensamientos eran los
pensamientos de Dios, ya que estaba penetrada, totalmente, de la Palabra
de Dios, era Madre del Verbo de Dios hecho Hombre.
María es,
realmente, persona de escucha, conocedora, desde el corazón, de la Escritura.
Es decir, no sólo conocía algunos textos de la Escritura, sino que estaba tan
identificada con la Palabra, que en su corazón y en sus labios las palabras del
Antiguo Testamento se transforman, sintetizadas, en el canto del Magníficat.
Vemos que
la vida de Santa María, estaba realmente penetrada por la Palabra, porque había
“entrado” tanto en la Palabra, la había asimilado tanto, que en ella se
convirtió en Vida, transformándose luego, de nuevo, en Palabra de alabanza y de
anuncio de la grandeza de Dios.
María nos
invita a vivir en actitud de escucha verdadera, dispuesta a interiorizar y a
acoger la Palabra de Dios. Nos ayuda a descubrir que, a la acogida e
interiorización de la Palabra de Dios, sigue la verdadera obediencia a la
Palabra ya interiorizada, es decir, transformada en Palabra en nosotros y para
nosotros como forma de nuestra propia vida.
Es algo
muy hermoso ver que la escucha activa transforma nuestro corazón y nuestra
inteligencia según el querer de Dios.
Ante el
amor respetuoso y delicado de Dios que, para la realización de su proyecto de
salvación espera nuestra libre colaboración, la Virgen superó toda vacilación
y, con vistas al proyecto grande e inaudito de Dios, se puso confiadamente en
sus manos, plenamente disponible, totalmente abierta, en lo íntimo de su alma.
Y, libre de sí misma, permitió a Dios colmarla con su Amor. Así María, la mujer
sencilla, pudo recibir en sí misma al Hijo de Dios y dar al mundo el Salvador que
se había donado a ella.
Que Santa
María nos ayude a escuchar la Palabra de Dios, contemplarla y cumplirla. Amén.
Que así sea.
Monjas
Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/13-10-2018/
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