Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 46-50
En
aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más
importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo
puso a su lado y les dijo:
-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro. »
-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro. »
Reflexión del Evangelio de hoy
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor
Durante
unos días vamos a entrar en contacto con algunos textos del libro de Job. Obra
de un genial literato, que plantea con una fuerza y una pasión inusitadas la
gran cuestión que para el ser humano representa la existencia del mal,
introduciendo al mismo tiempo una crítica, y hasta una rebelión, contra la
doctrina de la “retribución” imperante en Israel.
Sin
posibilidad de entrar en las causas, diremos que el pueblo de Israel
consideraba que la persona justa, honrada, recta… era bendecida por Dios con
muchos bienes materiales, hijos y larga vida. Lo contrario ocurría al malvado…
Pero la realidad, los hechos, la evidencia ponían en cuestión, una y otra vez,
esta “teoría”: justos pobres y maltratados, malvados ricos y aparentemente
felices…
Y
si la evolución del ser humano y de la historia ha permitido que podamos ver
las cosas desde perspectivas más amplias, también podemos decir que algo queda
en nosotros de aquella convicción ancestral. De manera muy clara cuando nos
dirigimos a Dios para preguntarle, a veces airadamente, qué hemos hecho para
que nos alcance un mal o un sufrimiento. De manera implícita cuando sólo
reconocemos la bendición de Dios en nuestra vida si las cosas nos van muy bien.
Hoy
escuchamos en la liturgia una parte del prólogo de la obra. Relato de ficción,
en el que Dios “charla” con uno de sus ángeles (Satanás, al que no debemos
confundir con nuestra imagen o concepción del demonio) sobre la satisfacción
que le produce su siervo Job. Satanás introduce la duda. Es muy fácil ser justo
cuando todo te va sobre ruedas en la vida, pero sobre todo es irreal. Porque la
vida humana, por más que nos esforcemos, no puede prescindir de la prueba, del
sufrimiento, de los problemas, del drama… Veamos si Job es tan justo cuando
tenga una vida como la de todo mortal…
Dios
accede confiando en Job. Satanás convencido de que Job va a fallar. La
acumulación de desgracias -en un día- que el texto relata hubiera acabado casi
con cualquiera. Job se mantiene fiel. Parece que Dios tenía razón.
Estamos
sólo ante el comienzo del gran drama. Una estupenda respuesta a la Palabra
podría ser el compromiso de ir leyendo el libro de Job en su totalidad,
dejándonos coger por su apremiante pregunta, en la que se juega el futuro de
nuestra relación con Dios.
El más pequeño es el más importante
Los
discípulos, que no aprenden, continúan en su pequeño mundo de intereses
personales, en el que, además, las personas que no pertenecen a su grupo se
pueden dejar al margen.
Viven
con Jesús, pero sus concepciones (¿no son también las nuestras muchas veces?)
están tan arraigadas que no se dejan “contagiar” ni por contacto directo. Y
Jesús viene, una y otra vez, a corregir su manera de situarse:
En
el Reino no tiene sentido perder el tiempo en discusiones sobre quién es el más
importante. Las cuestiones de la superioridad sobre otros, del poder…
pertenecen a concepciones de la vida que no tienen cabida en la propuesta de
Jesús.
Los
importantes son siempre los más pequeños, los que no cuentan, los que no tienen
voz (en este caso, los niños en el contexto de Jesús, cuya situación no tenía
nada que ver con el lugar eminente y la superprotección que reciben en muchas
de nuestras culturas actuales).
Para
Jesús, hacer el bien es el criterio que permite decidir quién está con Él. Los
discípulos se creen con autoridad para ¡mpedir a los demás hacer el bien!
porque “no están con nosotros”…
El
posicionamiento de Jesús es suficiente para que nos miremos a nosotros mismos,
a nuestras comunidades, parroquias, diócesis… ¿tenemos algo que cambiar? Que el
Señor nos conceda la apertura de corazón y la disponibilidad para dirigir
nuestros pasos hacia el horizonte que nos propone.
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