Lectura
del santo evangelio según san Lucas 12,35-38
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las
lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la
boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el
señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará
sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de
madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Antes no
tenías un Mesías
Así
empieza San Pablo en la carta a los Efesios, y les recuerda el tiempo pasado:
cómo se vivía sin Mesías, sin Dios y sin Esperanza. Ése era su ayer. Pero su
presente, su ahora, es una vida centrada en Cristo. Que derribó el muro que los
separaba: el odio.
Cristo es
el Mesías del presente, Él es la paz, con su muerte en la cruz, reconcilió, y
reunió a todos en un solo pueblo: a los de lejos y a los de cerca, de manera
que nadie se sienta extranjero en ese nuevo pueblo, todos somos ciudadanos de
los santos y miembros de la familia de Dios. En Cristo todos hemos sido
edificados y ensamblados en una construcción nueva, en la que, por medio del
Espíritu, nos hemos convertido en morada de Dios.
El odio
es tener aversión hacia algo o alguien. Es decir, rechazo o repugnancia hacia
algo o alguien. Quien vive y se alimenta del odio deja de acoger, separa entre
unos y otros a los que no son como ellos. Vivir del odio es vivir sin
Esperanza, porque no hay posibilidad de cambios.
Muchos
jóvenes han optado por esta vía hoy, cuando la cultura de masas, les conduce
hacia peleas tribales en una sinrazón: lo vemos en una subcultura del deporte
que se ha generado con grupos violentos, de índole de toda especie, sobre todo
en el fútbol. El no ganar un partido es razón suficiente para ensalzarse a
peleas entre grupos rivales. Así queda desvirtuada toda la esencia del deporte.
Ni que
decir tiene los pueblos que generan violencia y odio por razones sociales,
políticas, económicas, religiosas, culturales y de sexo. Cómo grandes
poblaciones son sometidas a la hambruna por políticas que generan odio hacia lo
diferente. Odio a los pueblos, odio a la religión, odio a las tradiciones.
Demasiado rencor para construir una sociedad nueva.
Hay que
seguir predicando sin ningún rubor, y con coraje, que Cristo es nuestra Paz,
que con su muerte en la cruz Él unifica lo que el hombre separa. Lo nuevo sigue
viniendo de Cristo, hemos de seguir anunciando que él reconcilia y unifica.
Vosotros
como los que aguardan la venida del esposo
El
Evangelio de Lucas, Jesús enseña que la actitud propia del discípulo es la de
estar con la cintura ceñida y las lámparas encendidas. Bien vestidos y a la
espera de la llegada del Esposo en la boda.
La
actitud del discípulo no es la desidia, ni la dejadez, ni tampoco la comodidad.
El discípulo no es el protagonista. El protagonista siempre es Dios, en Cristo.
El papa Benedicto XVI, siendo cardenal escribió sobre este capítulo de Lucas:
«Estad
como quienes aguardan a que su señor vuelva» (Lc 12,36).
Hoy, el
llamamiento a la vigilancia aparece con una urgencia muy inmediata. Había sido
ya un tema central en el anuncio en Jerusalén, pero apunta anticipadamente a la
historia futura del cristianismo. La somnolencia de los discípulos sigue siendo
a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal.
Esta
somnolencia es un embotamiento del alma, que no se deja inquietar por toda la
injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que
prefiere ignorar todo eso; se tranquiliza pensando que, en el fondo, no es tan
grave, y así puede permanecer en la autocomplacencia de la propia existencia
satisfecha. Pero esta falta de sensibilidad de las almas, tanto por lo que se
refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga un poder
en el mundo al maligno (Jesús de Nazaret: Un alma dormida da poder al maligno).
El
discípulo no queda dormido ante la sociedad, frente a las injusticias, frente a
las faltas del amor, frente a lo que divide y genera el odio, y las discordias.
Hay que recordar la escena de Jesús en el huerto de los olivos, cuando
recrimina a sus discípulos porque se han quedado dormidos. No podemos ser tan
cobardes ante la oración comprometida y la acción comprometida por los que más
nos necesitan. No podemos dejar en soledad a quien se enfrenta a la muerte por
amor.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/23-10-2018/
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