Lectura
del santo evangelio según san Lucas 10,25-37
En aquel
tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le
dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Aprender
de quién y para qué
Desde
bien pequeños vamos aprendiendo, casi desde que abrimos los ojos, algunas de
las cosas vienen ya incorporadas en nuestro cerebro sin enseñarle, otras van
arraigando en la vida y ya quedan hasta el final y como dicen los científicos
aquello que no es necesario o dañino, desaparece del recuerdo.
Curiosamente
hay detalles de nuestra existencia de los cuales no somos del todo conscientes
pero otros, no sólo los percibimos, sino que no entendemos muy bien porqué se
nos quedan tan grabados, porqué hacen tanta mella en nuestra vida, uno de ellos
es el descubrir a Dios, Él está, se manifiesta, pero no todas las personas son
receptivas a su presencia, a sus palabras. Es cierto que algunas situaciones
son bastante desfavorables para que se perciba a Dios, pero otras veces, la
gran mayoría es que hay tanto alrededor que no nos deja ver su presencia, es
como las nubes que no dejan ver el sol.
Cuando
descubrimos a Dios nuestra vida se hace diferente, vemos la realidad que nos
rodea con otros ojos, con los que ven más allá de la pura apariencia física,
los que entran dentro de la persona, dentro de las situaciones, aquellas que
ponen el corazón en la miseria del otro, miran con pasión hacen de la compasión
la forma de mirar.
Ojalá que
miráramos la vida siempre de esa manera, probablemente cambiaría mucho la
sociedad en la que vivimos.
¿Qué
transmitimos con nuestra mirada, con nuestra vida? ¿Descubrimos y mostramos a
Dios en la realidad que nos rodea? ¿Qué hacemos para mejorar la sociedad en la
que vivimos?
Pararnos,
no seguir de largo, buscar soluciones
¿Cuántas
veces has escuchado la parábola del buen samaritano? ¿Cuántas veces te
has identificado con cada uno de los personajes que aparecen en ella? Cada uno
de ellos tiene una enseñanza diferente, no hay una única moraleja, porque es
como sacar una foto de un paisaje depende del ángulo desde el que la tomes la
imagen será diferente aunque el paisaje sea el mismo.
Están los
más “insignificantes” de la historia: el que fue atracado y los ladrones, pero
ellos tienen su propia cuota de pantalla, ya que uno iba solo por el camino,
por lo tanto ante los ladrones estaba en desventaja, llevaba dinero, mercancía…
o cualquier material que era goloso para los ladrones, sufre las consecuencias
de la maldad de aquellos que no respetan la vida de los otros, estos
representan a los que van buscando su beneficio sin tener en cuenta el daño que
pueden hacer a los demás.
El
siguiente personaje es el sacerdote, alguien que ha elegido una vida de
servicio a los demás que transmite la Palabra de Dios y da testimonio de
entrega a la voluntad de Dios, esta es la teoría, pero su actitud no muestra
nada de esto, deja al hombre en el suelo y desvía su camino para no rozarse con
él.
Otro
viene detrás, el levita, conoce muy bien la norma, la ley, la cumple a
rajatabla, tanto que no le da importancia al dolor de la persona sino a no
acercarse por miedo a incumplir alguno de los preceptos y contaminarse.
Llega
después otro personaje, aquel que por ser de donde era no se esperaba que
ayudara al pobre hombre apaleado y al que habían robado, venía del “otro lado”
y se esperaba que siguiera de largo porque no era lo normal atender a quien no
era de su pueblo. Pero como nuestra justicia no es la de Dios, justo fue el que
se paró, socorrió y llevó al hombre a un lugar seguro, pagando todos los
gastos.
Hay otro
personaje, el del hombre que lo acoge en la posada y se hace cargo de él por
encargo del samaritano, es verdad que lo hace sabiendo que cobraría lo que
gastara, pero sin comentarse nada se da por hecho que lo hará.
¿Con qué
personaje nos identificamos más? ¿Hemos actuado alguna vez como el sacerdote o
el levita? ¿nos caracterizamos por no mirar de dónde ni cómo es el otro sino
por ayudar y ya está?
Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/8-10-2018/
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