En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Pedid y
se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide
recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de
vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado,
¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas
a los que le piden!»
Acuérdate
del Señor, que es el que te da la fuerza
El autor
del Deuteronomio hace una relación prolija de los muchos favores y hechos
prodigiosos con los que Yahvé regaló a su pueblo en el difícil caminar por el
desierto. Una fecunda historia y, al tiempo, una atinada pedagogía para que el
pueblo de la Promesa perfilara su memoria fundante como pueblo elegido, sin
dejar de lado el objetivo terapéutico para que el pueblo no se cansara ni
olvidara de quien fue enhebrando, día a día, como Padre compasivo el
cumplimiento de la promesa, su libertad como pueblo.
Yahvé en
ningún instante olvida a sus hijos y recuerda que los mandatos que les dio no
pretenden agobiarlos ni hacerlos infelices, sino todo lo contrario, para que en
su cumplimiento saboreen el amor y misericordia de un Padre que no solo no los
abandonó, sino que los hizo libres. La memoria salvadora no es tanto para fijar
una efemérides del pasado, sino para vivir en todo momento la fuerza amorosa
que los sacó de Egipto.
Reconciliaos
con Dios
En sus
escritos, suele recurrir el apóstol Pablo al hecho de la novedad para
aludir a nuestra condición como seguidores del Cristo resucitado. En Él es
donde se verifica el cambio radical para la historia humana, y sí se puede
hablar de un nuevo comienzo si no dejamos de referirnos a Él. Porque Cristo nos
ha habilitado para entablar un modo de relacionarnos con Dios Padre totalmente
nuevo y diferente; es en Cristo donde se nos ofrece a todos la reconciliación,
y bien haremos en acogerla con el máximo cuidado como gracia y regalo; solo
así, Dios y nosotros en colaboración, la misericordia surtirá efecto en la
comunidad y en los corazones creyentes.
Quien
pide recibe
Que la
oración orientada y alimentada en la confianza con el Padre que está en los
cielos es operativa y eficaz, está fuera de toda duda. El texto pone el acento
no tanto en las acciones precisas de pedir, buscar y llamar, cuanto en una
actitud previa de búsqueda de Dios y en la seguridad de su providencia.
No es
malo pedir, ni buscar ni llamar, por descontado, pero como seguidores de Cristo
Jesús precisemos centrar el corazón en la necesidad de la Palabra viva, así
como en el innegociable y salvador hecho de ejercer siempre como hijos de Dios.
Si, somos sus hijos, y buscadores de su rostro, y necesitados de su amor, y, al
tiempo, precisados de la acogida de sus otros hijos, nuestros hermanos, tan
necesitados como uno mismo.
Dios
Padre no nos engaña, antes al contrario se empeña en mostrarnos siempre su
rostro de Padre acogedor, el que tenemos que identificar en nuestra necesidad y
en nuestro seguimiento. No es una socorrida Oficina de Demandas, no, es un
Padre que sabe amarnos más que nadie y nos conoce como ningún otro ser nos
conoce. Y como Padre gusta ejercer de tal.
Las
Témporas, en este caso las de otoño, son un espacio litúrgico para agradecer al
dador de todo bien la cosecha anterior y el tiempo vacacional; asimismo, la
comunidad pide por los frutos de la tierra y por la salud y calidad de vida de
toda la humanidad.
¿Incluye
la comunidad en su tensión orante que los frutos de la casa común, la tierra,
lleguen a todos sus habitantes sin excepción?
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/5-10-2018/
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