Día litúrgico: Viernes VI de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo,
Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y
os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza
se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha
llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del
aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros
estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y
vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».
Comentario: Rev. D. Joaquim FONT i Gassol
(Igualada, Barcelona, España).
Vuestra tristeza se convertirá en gozo
Hoy comenzamos el Decenario del Espíritu Santo. Reviviendo el Cenáculo, vemos a la Madre de Jesús, Madre del
Buen Consejo, conversando con los Apóstoles. ¡Qué conversación tan cordial
y llena! El repaso de todas las alegrías que habían tenido al lado del Maestro.
Los días pascuales, la Ascensión y las promesas de Jesús. Los sufrimientos de
los días de la Pasión se han tornado alegrías. ¡Qué ambiente tan bonito en el
Cenáculo! Y el que se está preparando, como Jesús les ha dicho.
Nosotros sabemos que María,
Reina de los Apóstoles, Esposa del
Espíritu Santo, Madre de la Iglesia naciente, nos guía para recibir los dones y
los frutos del Espíritu Santo. Los
dones son como la vela de una embarcación cuando está desplegada y el viento
—que representa la gracia— le va a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el
camino!
El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las
fatigas en alegría: «Vuestra alegría nadie os la podrá quitar» (Jn 16,23) y
«vuestra alegría será completa» (Jn 16,24). Y en el Salmo 126,6: «Al ir, va
llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus
gavillas».
Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de
rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna.
Todo nos lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la
alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural
para todos».
El ser humano necesita reír para la salud física y
espiritual. El humor sano enseña a vivir. San
Pablo nos dirá: «Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que
aman a Dios» (Rom 8,28). ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para
bien!»; «Omnia in bonum!».
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