Hoy, en vigilias de la Ascensión del Señor, el Evangelio
nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de
su misterio más preciado: Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino.
“Aquel” a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a Jesús; es,
por tanto, el Padre de los creyentes.
Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto
fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por
el Espíritu Santo. Esto contiene un misterio bellísimo para nosotros: esta
paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la
adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que
supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran
Familia divina ya no es un extraño.
—Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte
gracias porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria.
Comentario: Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano
(Cervera, Lleida, España).
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