Hoy, "fruto" y "amor" aparecen unidos:
el fruto verdadero es el amor que ha pasado por la cruz, por las purificaciones
de Dios. También el "permanecer" es parte de ello. Juan 15 menciona
numerosas veces el verbo "permanecer". Lo que los Padres llaman
"perseverantia" —el perseverar pacientemente en la comunión con el
Señor a través de todas las vicisitudes de la vida— aquí se destaca en primer
plano.
Resulta fácil un primer entusiasmo, pero después viene la
constancia también en los caminos monótonos del desierto que se han de
atravesar a lo largo de la vida. Si el fruto que debemos producir es el amor,
una condición previa es precisamente este "permanecer", que tiene que
ver profundamente con esa fe que no se aparta del Señor.
—La oración es un factor esencial de este
"permanecer": a quien ora se le promete que será escuchado. Rezar en
nombre de Jesús no es pedir cualquier cosa, sino el don fundamental que, en sus
sermones de despedida, Él denomina como "la alegría".
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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