Hoy escuchamos nuevamente la confidencia que Jesús nos
hizo el Jueves Santo: el amor del Padre al Hijo es inmenso, tierno, entrañable.
¡Y así nos ama a nosotros! El Padre ama al Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo.
El Padre lo ha proclamado bien alto en el Jordán, cuando declaró que Jesús era
su Hijo amado en el que se complacía; y, más tarde, de modo parecido, en el
Tabor.
Jesús ha respondido, «Abbá», ¡papá! Ahora nos revela, que
tal como le ama el Padre, así también nos ama a nosotros. ¿Qué haremos? Mantenernos
en su amor, observar sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre. Pero
nosotros, que somos débiles e inconstantes, ¿perderemos para siempre su
amistad? ¡No, Él no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras
fuerzas!
—Señor, si alguna vez me apartara de tus mandamientos, te
pido la gracia de volver corriendo como el hijo pródigo a la casa del Padre por
el sacramento de la Penitencia.
Comentario: Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés
(Tarragona, España).
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