Hoy consideramos que la salvación requiere abrirse con fe
a la gracia de Cristo, el cual, sin embargo, pone una condición exigente: «Ven
y sígueme» (Mc 10,21). Los santos han tenido la humildad y la valentía de
responderle "sí", y han renunciado a todo para ser sus amigos. Su
único tesoro está en el cielo: Dios.
Comprender esto es fruto de la sabiduría, más valiosa que
la plata y el oro. Es un don que viene de Dios y se obtiene con la oración.
Esta sabiduría no ha permanecido lejos del hombre, se ha acercado a su corazón,
tomando forma en la Ley de la primera Alianza sellada entre Dios e Israel. Esta
Ley la dio Moisés: es necesaria, pero no suficiente…, porque la salvación —la
santidad— viene de la gracia por medio de Jesucristo.
—Pedro y los demás Apóstoles, e innumerables amigos de
Dios, han recorrido este itinerario evangélico, que es exigente pero colma el
corazón, y recibieron "cien veces más"…, porque para Dios no hay
imposibles.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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