Hoy los discípulos dicen que Jesús habla claro, que
entienden su revelación; creen llegada su “hora”. Pero no entienden que revela
un Reino espiritual, no político como ellos sueñan. Jesús les disuade: su fe se
aguanta con pinzas. Les profetiza que le abandonarán y le dejaran solo con el
Padre.
Dios se reveló a su pueblo por los profetas y les prometió
que su Hijo coronaría esta revelación. Los patriarcas mantuvieron esta
esperanza. Dios envió al Hijo, su Palabra, para que la revelación llegara a su
plenitud. Ya no podemos esperar más revelaciones. Las “privadas” no añaden nada
a la revelación básica terminada en Jesús y confirmada por su Espíritu.
—Padre, te damos gracias porque tu Hijo nos revela el
misterio de tu divinidad y tu Espíritu nos lo confirma en Pentecostés. Haz que
incorporemos tu Vida Trinitaria en nuestras vidas. Amén.
Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM
(Barcelona, España).
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