Hoy, nos cruzamos con la figura "anónima" del
"joven rico". Si hubiera respondido positivamente a la invitación de
Jesús, se habría convertido en su discípulo y, probablemente, ahora
conoceríamos su nombre. Si el hombre pone su seguridad en las riquezas de este
mundo no alcanza el sentido pleno de la vida ni la verdadera alegría.
Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la
vida eterna, pero por un camino diverso del que imaginaba el joven rico, es
decir, no mediante una obra buena, un servicio legal, sino con la elección del
reino de Dios como "perla preciosa" por la cual vale la pena vender
todo lo que se posee. El joven rico no logra dar este paso. A pesar de haber
sido alcanzado por la mirada llena de amor de Jesús, su corazón no logró desapegarse
de los numerosos bienes que poseía.
—Jesús no dice que las riquezas terrenas sean malas, sino
que alejan de Dios si no se "invierten" en el reino de los cielos.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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