Hoy, la Iglesia recuerda el día en el que los Apóstoles
escogieron a aquel discípulo de Jesús —Matías— que tenía que sustituir a Judas
Iscariote (cf. "Hechos de los Apóstoles"). En el Evangelio del día,
el Señor habla a los Apóstoles acerca de la alegría que han de tener.
El cristiano, como Matías, vivirá feliz y con una serena
alegría si asume los diversos acontecimientos de la vida desde la gracia de la
filiación divina. De otro modo, acabaría dejándose llevar por falsos disgustos,
por necias envidias o por prejuicios de cualquier tipo. La alegría y la paz son
siempre frutos de la exuberancia de la entrega apostólica y de la lucha para
llegar a ser santos. Es el resultado lógico y sobrenatural del amor a Dios y
del espíritu de servicio al prójimo.
—Dios mío, concédeme el sentido del humor para que saboree
felicidad en la vida y pueda transmitirla a los otros.
Comentario: + Rev. D. Josep VALL i Mundó
(Barcelona, España).
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