viernes, 15 de mayo de 2015

“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”

Homilía de Mons. Héctor Rafael Rodríguez Rodríguez, MSC

X        Su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús Card. López Rodríguez, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo – Primado de América
X        Señor Nuncio Apostólico, Mons. Jude Thaddeus Okolo, representante de SS el Papa Francisco
X        Queridos hermanos en el Episcopado
X        Excelentísimo Sr. Presidente de la República Ldo. Danilo Medina
X        Queridos Sacerdotes, Diáconos y Seminaristas del Clero diocesano
X        Miembros de la Vida Consagrada activa y contemplativa e Institutos Seculares 
X        Movimientos apostólicos que hacen vida en esta Diócesis
X        A todos mis queridos hermanos y hermanas que en lo adelante forman parte de mi nueva familia a la que me unen no vínculos de sangre, sino vínculos afectivos, espirituales y apostólicos…  -- Autoridades civiles y militares presentes

Mi sorpresiva elección como obispo de esta querida Diócesis, mi nuevo hogar, ha hecho emerger de mi corazón algunos pensamientos que compartiré con ustedes a continuación:

1. Agradecimiento: Permítanme agradecer a Dios por haberme regalado la vida, la vocación, la misión… por fijar su mirada en mí para que sea su misionero, su sacerdote, su obispo, a pesar de mis fragilidades; al Papa Francisco y a la Conferencia Episcopal de la República Dominicana por confiar en mí para este servicio eclesial. A Mons. Antonio Camilo por su trato exquisito, su gentileza y toda su disponibilidad para facilitar mi inserción en esta nueva misión. A cada uno de ustedes por acompañarme en este acontecimiento tan significativo. A quienes han venido de los diferentes puntos del país, muy especialmente a mis compueblanos de Sánchez encabezados por su Honorable Alcalde Melvin Ramírez, un abrazo grande desde aquí. Igualmente a los que han venido del exterior: Mons. Wilfredo Pino Estévez, Obispo de Guantánamo, Cuba, a los compañeros msc y amigos que han venido de Venezuela, Colombia, los EE UU y Puerto Rico, muchas gracias por su presencia. A mi formador y maestro de novicios Mons. Valentín Reynoso y a todos presentes de mi Diócesis de La Vega…


Quiero dejar constancia de mi gratitud a dos familias a las que amo entrañablemente: Mi familia de sangre, donde desde niño me nutrí de los más preciados valores humanos y cristianos. Donde comencé a sentir gusto por la honestidad, la verdad, la responsabilidad, el trabajo, el respeto y el servicio. Donde aprendí a valorar como una riqueza y no como una amenaza al que piensa diferente. Y la familia de los Misioneros del Sagrado Corazón, que durante la mayor parte de mi vida ha sido mi madre y mi maestra, ha cuidado de mi formación humana y espiritual, de mi salud física y psicológica. Hoy puedo decir que soy quien soy gracias a Dios y a mis dos familias: la de sangre y la espiritual (la Iglesia y la Congregación).

2. Mi disponibilidad incondicional a Dios y a los hermanos: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”, para agradarte y servirte a Ti antes que a los hombres y a las apetencias mundanas. Pero aquí estoy también mis hermanos para servirles. Soy de ustedes y aquí estoy para ustedes. Aquí estoy Señor como una página en blanco dispuesto a permitirte que escribas en ella tus mejores propósitos a favor de esta Diócesis. Estén seguros que si es Dios quien escribe, será un contenido consistente, pleno de ternura, misericordia y compasión, cercanía, humildad, acogida, verdad y amor. Ofrezco al Señor y a todos ustedes mi vida, todo lo que soy, mis talentos… me comprometo a dar lo mejor de mí a favor de la construcción del Reino de Dios. Con esta disponibilidad me propongo continuar la tarea evangelizadora iniciada por Mons. Panal, Mons. Flores y Mons. Camilo, ante quienes reconozco mi pequeñez.

3. Sorpresas de Dios y misión: He pensado mucho en lo ocurrido a Abraham cuando Dios lo sorprende en medio de la rutina de su vida y le ordena: “deja tu tierra y tu parentela y ve a una tierra que yo te mostraré” (Gn 12, 1) y por la fe obedeció Abraham sin saber a dónde iba. Yo también he decidido fiarme del Señor y obedecerle, aún sin saber a ciencia cierta las implicaciones de la misión que me sería confiada. Me he puesto en camino hacia un terreno desconocido, confiando que Dios, quien me ha enviado, no me dejará solo. Con la conciencia de que el itinerario cristiano no tiene un mapa definido, sino que está abierto a la esperanza y a la providencia de Dios. Con la certeza de que “quien a Dios tiene, nada le falta”. Esto me hace valorar el espíritu misionero de esta Diócesis que, por años, ha ofrecido generosamente su colaboración a las iglesias de Barahona, San Juan, Baní e Higuey en el país y en los EEUU. Haremos los ajustes necesarios para que esta práctica sea mantenida y fortalecida, no por caprichos personales, sino porque la Iglesia es misionera por naturaleza y el Resucitado así lo mandó a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda la creación.” Mc 16, 15-20.

4. Fidelidad al Evangelio y a Jesucristo ante todo: La misión fundamental del obispo es evangelizar, enseñando, custodiando y transmitiendo fielmente el Evangelio. En lo profundo de mi ser siento que soy Obispo para anunciar la alegría del Evangelio de manera especial a los hermanos tristes y desilusionados. Pero la tarea de mostrar a Jesucristo Vivo, no muerto ni sepultado, se vuelve cada vez más desafiante en una sociedad que parece esforzarse por pactar con la mediocridad, la superficialidad, desilusión, la muerte y el desencanto… una sociedad donde lamentablemente se abre paso, con fuerza, la cultura de la muerte en todas sus manifestaciones. Sin embargo, estoy convencido que siempre es posible orientar esta vida de otro modo: al modo de Jesús, para que nuestras acciones sean conformes a las suyas.

5. Dimensión profética de la fe: En nuestro servicio episcopal seremos fieles a la dimensión profética de la fe, tan cercana y coherente al modo de ser y actuar de Jesús. Esta abre nuestra sensibilidad a la defensa de la vida, de la justicia, de la paz y la dignidad humana en todas sus manifestaciones. San Ireneo decía: “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva” y esa ha de ser también nuestra gloria. Es lamentable que el don de la profecía moleste e irrite a tantos, hasta tal punto, que muchos cristianos han pagado su ser profeta a precio de sangre, con su vida.

6. La dimensión mística de la fe: Esta nos permite ser personas de un profundo talante espiritual, hombres y mujeres de Dios, cuya práctica surge de las profundas convicciones de la fe y no de la superficialidad del orgullo, del protagonismo personal, la prepotencia y la vanagloria. La mística nos configura con Jesucristo hasta llevarnos a decir: “no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20); nos pone en un estado permanente de buscar y encontrar a DIOS EN TODAS LAS COSAS… en TODO: en lo cotidiano y en lo extraordinario, en la contemplación y en la acción, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la soledad y la compañía. Nos ayuda a vivir el amor de Dios en nosotros como una fuerza interior que nos catapulta hacia el servicio y la entrega. Sólo el amor es capaz de sacar fuera lo mejor de nosotros mismos. En efecto, la fecundidad de nuestro apostolado dependerá de nuestra calidad de vida dada por la unión con Cristo. Sólo es posible vivir a plenitud el sacerdocio, el episcopado, la vocación religiosa o laical unidos a Cristo, desde una experiencia personal de amistad con Él. Si no somos capaces de entender esto, estamos perdidos. Partiremos y caminaremos desde y hacia el vacío.

7. Colaboración y fraternidad: Hermanos y hermanas, he dicho en más de una ocasión que me propongo asumir este ministerio contando con la colaboración de todos ustedes. Mi deseo es que todos los recursos evangelizadores, todas las personas, instituciones eclesiales y formas de vida cohabiten en armonía, sin rivalidad, uniendo sus fuerzas para un mismo fin: la evangelización y la gloria de Dios, porque los cristianos no existimos para pelearnos y  devorarnos entre sí. Hemos de entender que la diversidad de carismas es lo que enriquece a nuestra Iglesia. Todos son necesarios a condición de que  formen parte de un mismo cuerpo que es la Iglesia, cuya cabeza es Jesucristo y no se comporten como individualistas “francotiradores” que no cuentan ni necesitan de nadie para hacer su trabajo.

Invito a todas y todos en la Diócesis a poner sus capacidades al servicio del Reino. Que nadie “entierre” sus talentos. Quien tenga capacidad para cantar que cante, quien tenga el don de proclamar que proclame la Palabra, quien tenga el don de predicar, que predique, quien tenga el don de aconsejar que lo haga, quien tenga el don de escuchar que escuche a los demás, quien tenga el don de hacer silencio, que siga a Jesús y dé su aporte desde el silencio… y ustedes verán que nuestra Diócesis seguirá siendo la gran Diócesis de La Vega: dinámica, llena de vitalidad, evangelizadora, mística y profética… una Iglesia al servicio del Dios de la Vida. Mis hermanos y hermanas, con ustedes estoy iniciando este camino y con ustedes espero concluirlo. Cuento con su cercanía, sus oraciones, sus correcciones y su valiosa colaboración en el ejercicio de esta nueva tarea eclesial. Es más, me siento orgulloso de “aprender a ser obispo” con ustedes.

8. Principios que regirán mi servicio episcopal: El criterio primero y último, el “eje central” de mi servicio episcopal será Jesucristo, quien constituye mi razón de ser y proceder. Él marcará las pautas de mi vida y de la vida de la Diócesis. Naturalmente esto tendrá sus implicaciones con todos aquellos para quienes Jesús y su mensaje salvífico signifiquen poca cosa en su vida pública y privada. Quiero fundamentar mi servicio episcopal en elementos fuertes/consistentes, en principios, valores y virtudes inspirados en el Evangelio, tales como la fidelidad, la cercanía, la ternura, la escucha, la misericordia, fraternidad, solidaridad, la verdad y transparencia, la justicia, el amor y la paz y no en sentimentalismos o conveniencias personales.

9. Humildad y mansedumbre de Dios: “Dios actúa en la humildad y en el silencio, su estilo no es el espectáculo. Así actúa el Señor: hace las cosas con sencillez. Te habla silenciosamente al corazón. La humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo.” (El Papa Francisco en Santa Marta, 09 de marzo de 2015). Mis queridos hermanos, oren para que “Jesús, manso y humilde de corazón”, permita que mi frágil corazón lleno de flaquezas se asemeje, al menos un poquito, al Suyo y que me conceda la gracia de ser un pastor de acuerdo a los deseos de Su Corazón (cf. Hch 13,22) y no según los caprichosos y fugaces deseos de este mundo.

Encomiendo a María, Nuestra Señora de las Mercedes, Patrona del pueblo dominicano, a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Patrona de los Misioneros del Sagrado Corazón, la primera discípula de Jesús, este nuevo ministerio que el Señor me ha confiado. Y a Ti Jesucristo, mi único Señor y Salvador, Tú que eres “manso y humilde de corazón”, dame entrañas de ternura, misericordia y bondad en este nuevo servicio eclesial.

Muchas gracias y que Dios les bendiga a todos.

Catedral Inmaculada Concepción
La Vega, 09 de mayo de 2015

 X Mons. Héctor Rafael Rodríguez Rodríguez, MSC
Obispo de La Vega (República Dominicana)

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