Hoy, Jesús nos muestra su inmenso deseo de que
participemos de su plenitud. Incorporados a Él, estamos en la fuente de vida
divina que es la Santísima Trinidad. Jesucristo asegura que estará presente en
nosotros por el don de la inhabitación divina en el alma en gracia. Así, los
cristianos ya no somos huérfanos.
La presencia de Dios en el corazón nos ayudará a descubrir
y realizar en este mundo los planes que la Providencia nos haya asignado. El
Espíritu del Señor suscitará en nuestro corazón iniciativas para situarle en la
cúspide de todas las actividades humanas. Si tenemos esta intimidad con Jesús
llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo
lugar y momento.
—Santa María, Madre nuestra, intercede para que penetremos
en este trato con la Santísima Trinidad. La luz y el fuego de la vida divina se
volcarán sobre cada fiel si estamos dispuestos a recibir el don de la
inhabitación.
Comentario: Rev. D. Norbert ESTARRIOL i
Seseras (Lleida, España).
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