Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
En aquel tiempo,
dijo Juan a Jesús:
–Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
–No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
–Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
–No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Pautas para la homilía
Misión profética del cristiano en el mundo
El
Concilio Vaticano II, presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios y Sacramento de
Reconciliación para todos los hombres, poniendo de relieve esta condición
profética de todos los cristianos por el hecho de serlo. Habla después de los
carisma o cualidades como dones del Espíritu para la construcción de la
Iglesia, recogiendo la doctrina se S. Pablo sobre el cuerpo místico de Cristo.
En este sentido la Iglesia es mediadora de la salvación no solo a través de sus
ministros, ya que actúa por todos sus miembros debidamente estructurados. Por
eso, cada cual en el lugar que le corresponde sigue siendo alguien necesario en
la construcción del Reino de Dios.
La
misión profética del cristiano en medio del mundo es ayudar a descubrir donde
está Dios, las huellas de Dios, poniendo de relieve cuál es su proyecto para
con los hombres y por donde van hoy sus designios de salvación ya que el
Espíritu está siempre presentes en la sociedad y en la cultura en que vivimos.
Por
eso es muy interesante subrayar la necesidad de hacer visible el mensaje de
Jesús siempre actual en sus valores, a veces ocultos en una religiosidad más
pendiente de lo normativo o lo ritual que no transparenta los valores más vivos
que predicó Jesús fundamentados siempre en la justicia y el amor.
¿ Qué es hacer milagros o echar demonios ?
Jesús
nos descubre en su vida pública un modo nuevo de ser profeta fundado en el
poder de todos los hombres y mujeres para cambiar el mundo venciendo el mal con
la fuerza del bien. Es una forma l de hacer milagros o echar demonios, porque
todos tenemos la posibilidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, trabajando
por un mundo más justo y humano. En este sentido todos somos agentes de esa
trasformación, aunque no estemos “catalogados” en grupo determinado de acción
pastoral.
Y
es que ningún grupo humano por muy elevado que sea tiene la exclusiva y menos
el monopolio de hacer el bien Es la gran enseñanza que nos da Jesús, “no es de
los nuestros”, pero no se lo impidáis. El bien siempre es obra de Dios, todos
los esfuerzos para luchar por la liberación y la dignidad humana donde quiera
que sea nos hablan del amor de Dios a los hombres y de su acción liberadora
frente a las víctimas del odio, la explotación, el desprecio, la discriminación
injusta y la falta de amor.
Dios
siempre actúa en la historia de forma insospechada para nosotros. La duda
surge, para algunos, cuando no es la Iglesia oficial la que actúa o habla,
porque nos parece que nos falta una seguridad que nos viene de la Institución
que nos protege. Pero el creyente adulto debe huir de dos extremos, muy
frecuentes en la sociedad actual. Por una parte el caer en un relativismo ante
el magisterio de la Iglesia sin tenerlo en cuenta, viéndolo como algo que
coarta la libertad humana, pero también está la postura contraria, cómoda, conformista
y falta de crítica, que impide tomar posturas adultas y personalizadas en la
fundamentación de la propia fe.
El bien que podemos hacer, signo de la presencia del Reino de Dios entre nosotros
El
evangelio de hoy tiene una segunda parte en la que Jesús señala con tonos muy
gráficos y a la vez duros, la postura que sus discípulos deben tener ante el
bien o el mal que siempre puede estar presente en la propia conducta:
Primero,
nos dice que cualquier acto, cualquier gesto, por muy pequeño que sea, como el
dar un vaso de agua a quien tiene sed no quedará sin recompensa, porque siempre
será un signo del Seguimiento de Cristo y una mediación en la implantación del
Reino. Pensemos en tantas obras asistenciales de la Iglesia, para muchos el
único signo visible de la presencia de Dios en la Iglesia institucional. Un
vaso de agua es muy poca cosa, quizás por esto señala algo al pareces sin
importancia pero no carente de valor. De ahí que el ejemplo tan demostrativo
elegido por Jesús, porque nuestro Padre Dios se ocupa de las necesidades
aparentemente pequeñas de sus hijos.
Advertencia sobre la posibilidad del escándalo
A
continuación Jesús, como contraste, habla del mal, nos advierte de la fuerza
del mal siempre posible en nosotros. El lenguaje metafórico es duro, nos habla
de ser intransigentes cuando alguien es causa de escándalo para los que el
evangelio llama, “pequeños” es decir, los frágiles, los sencillos, aquellas
personas que por su falta de formación pueden ser dañadas en su fe.
Este
texto se ha aplicado con frecuencia para señalar el cuidado que debemos tener
con los niños, los menores de edad, hoy por desgracia es un tema de actualidad
por los casos de pederastia. Pero no debemos restringir su intencionalidad.
Jesús nos viene a decir que todos somos responsables de la fe de los otros y
debemos cuidar de ella. Lo interesante es señalar que al recalcar todo esto,
con un tono tan fuerte, quiere subrayar la gravedad de estas actitudes a veces
frívolas o despreocupadas que se dan entre nosotros con frecuencia, porque
todos somos responsables de la fe de nuestros hermanos.
El peligro de las riquezas
En
este mismo tono, y como una aplicación de lo anterior nos habla Santiago en la
segunda lectura. Es una reflexión sobre al papel que el dinero puede adquirir
en la vida de los seguidores de Jesús. El Apóstol nos presenta el dinero como
un peligro por su mal uso, puede ser incluso un ídolo, que al centrarnos en él,
nos aparta de Dios. No es un mal en sí mismo, pero la acumulación del dinero, a
veces injustamente ganado, repercute a su vez en el empobrecimiento de los
demás. Y en definitiva nos aparta del proyecto de Jesús para con nosotros. Aquí
tampoco caben componendas o medias tintas.
Sigue
siendo hoy un tema de actualidad. Se habla mucho del enriquecimiento de unos
pocos, rápido y a cualquier precio, es la cultura del pelotazo, a la vez
también se ofrecen estadísticas para concienciarnos sobre el hambre y el
subdesarrollo que sufre gran parte de la humanidad como consecuencia de esa
acumulación de riquezas por unos pocos. Pero el acostumbramiento al bienestar
es esta sociedad nuestra, hace que a la larga todo siga igual.
El
peligro está en que fácilmente nos centramos en nuestro propio Yo, en nuestro
afán de poseer, de comodidad, de bienestar y, en consecuencia, nos alejamos de
los demás. Ignoramos o no queremos ver las situaciones penosas que viven una
gran parte de la humanidad al carecer de lo más elemental. Como defensa,
siempre tendremos miles de argumentos para justificar nuestra demasía en el
consumo y en afán de bienestar egoísta.
Como
se ve, también en esta carta de Santiago, de tonos enérgicos y muy expresivos,
encontramos motivos para la radicalidad y la intolerancia ante el mal. Es una
exigencia para seguir el proyecto que nos ofrece Jesús en su seguimiento para
la implantación del Reino.
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