Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,20-26
En
aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que
ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis,
porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan,
y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del
hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de
vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los
que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla
bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos
profetas.»
Todas las formas de vida nos llevan a la santidad
Nos
habla de diferentes formas de vida: solteros, casados, célibes… todas las
formas de vida son válidas, todas nos llevan a la santidad. Cada uno tiene una
vocación, es decir, está llamado a vivir la fe de una forma concreta, pero la
meta de todos es la misma, la santificación.
El
papa Francisco nos invita en su exhortación Gaudete
et exsultate a ser santos, y nos va dando las pautas, nos va
enseñando cómo es ese camino de santidad, y en ella no excluye a nadie. Pero lo
más importante es que toda la exhortación es una invitación a revisar nuestra
vida.
Igual
pasa con esta lectura ya que ella nos invita a plantearnos cómo debemos vivir,
pues nuestra condición no tiene que ser impedimento, sino todo lo contrario,
ser instrumento.
Bienaventurado
Aquí
tenemos el programa de vida y de felicidad, las bienaventuranzas: ser pobre,
llorar, tener hambre y sufrir el desprecio por la fe.
A
nadie nos gusta ser rechazado por el mundo, ni llorar, ni ser rechazado, ni ser
pobre, ni tener hambre. Pero parece ser que este es el camino que nos lleva a
la verdadera felicidad.
El
papa Francisco, con sencillez y profundidad, nos explica estas bienaventuranzas
y nos invita a un cambio de actitud nuevamente en la Gaudete et exsultate en
el capítulo tercero. Afirma que “es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que
dice Jesús en el sermón de las Bienaventuranzas”, ya que “en ellas se dibuja el
rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano”.
La
pobreza “nos convoca a compartir la vida de los más necesitados, la vida que
llevaron los apóstoles, y, en definitiva, a configurarnos con Jesús que siendo
«rico se hizo pobre»”.
Saber
llorar con los demás, también es santidad, ya que “la persona que ve las cosas
como son realmente se deja traspasar por el dolor y llora en su corazón, es
capaz de tocar las profundidades de la vida y ser auténticamente feliz”.
En
la sociedad actual, ser cristiano puede llevar a ser rechazado, pero “no se
puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo nuestro alrededor sea
favorable, muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos
juegan en nuestra contra”.
En
definitiva, “aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga
problemas, esto es santidad”, esto es ser bienaventurado.
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