Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,1-6
En aquel
tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de
demonios y para curar enfermedades.
Luego los
envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No
llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco
llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo
sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos se
pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y
curando en todas partes.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Toda
palabra de Dios es acrisolada
No
tratemos de corregir la Palabra de Dios. Aquí leemos que está ya acrisolada. En
el crisol ha sido fundida y purificada y, cuando llega al hombre, a nosotros,
ya está perfecta, no en camino.
Tratar de
corregir la Palabra la transforma en mentira, en falsedad. Es muy frecuente que
nosotros, incluso con la mejor intención, transmitamos nuestras opiniones como
si fueran palabras de origen divino. Me gustaría ser lo suficientemente sabio y
humilde para, mientras mis dedos recorren el teclado, distinguir mis opiniones,
mis deseos, mi necedad, de la palabra que debo predicar y saber borrar lo
erróneo, lo mío, para que quede patente y limpio el mensaje que el espíritu, y
ojalá sea el Espíritu, quiera que transmita.
El
fragmento termina con una hermosa petición: “No me des pobreza ni riqueza;
concédeme solamente el pan necesario”.
No
llevéis nada para el camino
Los tres
sinópticos narran este suceso. El Maestro decide enviar a los doce en misión de
aprendizaje. Da poderes sobre los malos espíritus, capacidad de curación, y un
importante mandato: No llevéis nada para el camino.
Jesús
envía a sus seguidores a anunciar la Buena Noticia en unas condiciones que hoy
nos resultarían casi inadmisibles. ¿Cómo nos pondríamos en camino dejando en
casa las tarjetas bancarias, los teléfonos móviles, el portátil, el maletín sin
la ropa de repuesto o la bolsa de aseo? No lo entendemos, puede que no lo
queramos entender, porque nos hemos creado unas necesidades que no son
totalmente reales.
Cuando
Santo Domingo, nuestro fundador, se encontró con el fracaso de los legados
pontificios en las tierras albigenses, comprendió que no se podía evangelizar a
los herejes desde el boato, la riqueza y la prepotencia y puso los cimientos de
la que llegaría, en pocos años, a ser la Orden de Predicadores. Domingo
entendió que la pobreza, la sencillez y la humildad eran tres columnas sobre
las que se debería levantar el edificio de la predicación. Sin estas tres
columnas, el edificio terminaría agrietado y viniéndose abajo.
Unos años
más tarde, con el disgusto de casi todos los miembros de la orden, decide
separarlos y, al igual que hizo Jesús, dispersarlos de dos en dos, sin
alforjas, sin dineros en la faja, con un humilde cayado en el que apoyarse
cuando faltaran las fuerzas.
Las
situaciones en el Pueblo de Dios se siguen reproduciendo. La Iglesia, tal vez
solo parte de la Jerarquía a la que identificamos como iglesia, dice que tiene
una opción preferencial por los pobres, pero lo hace desde el poder y la
riqueza y el resultado es evidente: los templos se vacían y hombres y mujeres
huyen de una organización que debería ser una familia, pero que se ha
transformado en un instrumento de poder.
Nos falta
hacer caso a Jesús: abandonar todo lo que huela a poder y riqueza y desde la desnudez
con la que los apóstoles marchan a la misión encomendada por el Maestro,
marchar nosotros, los cristianos, a buscar la conversión de hombres y mujeres
que posiblemente estén esperando una predicación coherente con la vida del
predicador.
¿Estamos
dispuestos a emprender la misión sin equipaje?
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/26-9-2018/
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