Canonizada por Francisco en 2016
SEPTIEMBRE 04, 2018 20:03 ISABEL ORELLANA VILCHESTESTIMONIOS DE LA
FE
«El ángel de los pobres. Entre otros galardones por su labor
humanitaria, en 1979 obtuvo el Nobel de la Paz. Fallecida con fama de santidad
en 1997, fue beatificada en 2003 por Juan Pablo II y canonizada por Francisco
en 2016»
«Soy un lápiz en manos de Dios»,le gustaba decir. Era albanesa. Había
nacido en Skopje, hoy Macedonia, el 26 de agosto de 1910. En 1950 adquirió la
ciudadanía india. Fue la benjamina de la familia. Influenciada por la honda fe
materna, poco antes de cumplir los 12 años, y cuatro después de morir su padre,
ya barajó la posibilidad de hacerse misionera. Participaba activamente en la
parroquia del Sagrado Corazón. Un día, hallándose ante la imagen de la Virgen
de Letnice, sintió que debía consagrarse a Dios. A la espera de tener edad para
entrar en una Orden, se afilió a las Hijas de María, donde nació su vocación
por los desfavorecidos. A los 18 años ingresó en el Instituto de la
Bienaventurada Virgen María (hermanas de Loreto) sito en una localidad
irlandesa. Y queriendo emular a la santa de Lisieux, tomó el nombre de Teresa.
Pocos meses más tarde se trasladó a la India. Llegó a Calcuta el 6 de enero de
1929. En 1931 comenzó a ejercer la docencia en la escuela femenina St. Mary,
regida por la comunidad. En 1944 fue designada directora de la misma, y como tal
ejerció hasta 1948. Cesó al ser autorizada para dedicarse por entero a la
atención de los «más pobres de entre los pobres». Poseía todas las
cualidades para ello: audacia, abnegación, espíritu de sacrificio, compasión,
osadía, temple, misericordia, fortaleza, fidelidad, dotes organizativas, una fe
insondable, etc. Y todo lo que hacía estaba impregnado de alegría.
Pero antes, como era una mujer de profunda oración, en ella fue
vislumbrando la nueva vía que debía seguir. La denominó «llamada dentro de la llamada».
Sucedió el 10 de septiembre de 1946 cuando iba de camino a Darjeeling para
realizar el retiro anual y marcó el inicio de una travesía irreversible en la
que su anhelo de amar a Cristo y a los demás llenó su vida por completo. En
medio de una serie de locuciones y visiones se fue incrementando su sed por
hallar «víctimas de amor» para Cristo. En una de ellas sintió que Él le
decía: «Ven y sé mi luz. No puedo ir solo». Y fue dirigida por
Cristo hacia el colectivo más desfavorecido de la tierra, para lo cual, según
Él mismo le indicó, debía fundar una Congregación. Pasó dos años de pruebas y
dificultades hasta que en agosto de 1948, obtenido el permiso correspondiente y
vestida con su inmaculado sari de algodón, se dispuso a paliar todo el
sufrimiento humano que le fuese posible sin ahorrar ningún esfuerzo, ni
escatimar sacrificios.
Tras brevísima estancia con las Hermanas Médicas Misioneras de Patna,
especializándose para su misión, y con las Hermanitas de los Pobres, en
diciembre de ese mismo año comenzó su labor. Recibía la Eucaristía, y salía
rosario en mano a buscar a los enfermos y moribundos, «los no deseados,
los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba»;tanto daban hombres,
mujeres, niños o ancianos, y lo mismo sucedía con el tipo de enfermedades que
padeciesen. Ni repugnancia, ni temor a contagios, ninguna selección, la Madre
Teresa no tenía otro horizonte que cubrir con su ternura al sufriente. Atendía,
lavaba y curaba con delicadeza y misericordia a todos ellos en las calles donde
se encontraban y también en sus casas. Vio la simbiosis entre amor y
oración: «Dios nos ha creado para amar y para ser amados, y este es el
comienzo de la oración, saber que Él me ama, que yo he sido creado para obras
mayores», y que la santidad no es un lujo selectivo sino un deber de todos.
Pronto se fueron uniendo a la labor algunas de sus antiguas alumnas y
surgió la congregación de las Misioneras de la Caridad, fundada en octubre de
1950 y aprobada por Pablo VI en 1965. Después nacieron los Hermanos Misioneros
de la Caridad, los Misioneros de la Caridad Contemplativos y los Padres
Misioneros de la Caridad. Creó también los colaboradores de Madre Teresa, y los
colaboradores Enfermos y Sufrientes. Además, inició el Movimiento
Sacerdotal Corpus Christi. Luchó contra el aborto –«el niño
es un regalo de Dios para la familia», decía–, y la eutanasia. Abrió
centros en distintos puntos del mundo para la atención de leprosos, ciegos,
ancianos, enfermos de SIDA, así como orfanatos para niños pobres y abandonados.
Consideraba que «las obras de amor son siempre obras de paz».
Espiritualmente vivió una prolongada «noche oscura» hasta el fin de sus
días, que acrecentó su sed de amor divino. «El amor, para que sea
auténtico, debe costarnos […]. Nuestros sufrimientos son caricias
bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos
reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es
Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él». Por
su heroica labor fue galardonada con premios significativos como el Nobel de la
Paz que obtuvo en 1979. En 1986 Juan Pablo II la visitó en Calcuta, en la
conocida «Casa del moribundo». El 5 de septiembre de 1997, con el gozo de haber
dejado nombrada una nueva superiora general, y su fundación extendida por
diversos países, murió. El gobierno le dispensó un funeral de Estado, y de
forma inmediata fue aclamada con fama de santidad en todo el mundo. Juan Pablo
II la beatificó el 19 de octubre de 2003. Fue canonizada el 4 de septiembre de
2016 por el papa Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario