Lectura
del santo evangelio según san Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la
sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo
derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en
sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
No todo
vale
Nos
recibe este lunes un incómodo texto de la carta de Pablo a los
corintios. Corinto es una ciudad cosmopolita, con dos
puertos, una población numerosa, en la que la heterogeneidad de culturas,
religiones y cultos, la vida licenciosa y la prosperidad económica iban de la
mano. En este contexto prende el mensaje del Evangelio rápidamente entre
esclavos y gentes de baja condición social y económica, pues era verdaderamente
“Buena noticia” que transmitía esperanza y devolvía la dignidad debida a toda
persona. La comunidad crece y se consolida, a la vez que surgen conductas y
situaciones corruptas. La carta de Pablo tiene como motivo principal llamar la
atención a esta comunidad de Corinto sobre abusos, divisiones internas y
comportamientos escandalosos de sus miembros, además de responder a cuestiones
planteadas por estos cristianos.
Pablo
denuncia en el texto de hoy una situación escandalosa de incesto de uno de los
miembros de la comunidad. Y hace un llamamiento para vivir desde la
sinceridad y la verdad, como nueva levadura que fermente una nueva sociedad,
más sana y digna. No todo vale en lo que pensamos, expresamos o
hacemos. El seguimiento de Jesucristo exige de nosotros honestidad e
integridad moral, a todos los niveles. Lo que está en juego no es la
libertad sin medida alguna, sino la responsabilidad social de construir el
Reino. Ello no implica huir de la pluralidad y lo diverso, incluso de lo
depravado o malvado, sino cuidar especialmente que nuestras comunidades
cristianas sean semillas de algo nuevo, de esos valores que permiten
verdaderamente que se haga realidad esa “casa común” que acoge, dignifica y
cuida de todos.
Hacer el
bien es inexcusable
El texto
evangélico apuntala esta llamada a ser fermento de bien con la curación de un
hombre en sábado, en la sinagoga. “Voy a haceros una pregunta: ¿está permitido
en sábado hacer el bien o hacer el mal?”. Y hace una pregunta aún más
radical: “¿salvar una vida o dejarla perder?”. La confrontación con los
fariseos y maestros de la ley está servida. Dejemos que Jesús también nos mire,
nos confronte en las motivaciones e intereses que rigen las decisiones y actuar
de cada día. Dejemos resonar estas preguntas dentro de cada uno y que surja
con sinceridad nuestra respuesta, quizás demasiado tibia y dudosa.
Jesús
descoloca a sus “observadores” cuando focaliza la atención en lo que
verdaderamente ha de ser el centro: el ser humano, aquel hombre con su mano
derecha atrofiada, todas y cada una de las personas que viven cualquier
situación de limitación, pobreza o exclusión. El criterio de lo bueno o lo malo
está en el bien o el mal que provoca, si posibilita la vida o la destruye.
Muchas
veces se disfraza de bueno lo que justifica el egoísmo, la injusticia, la
desigualdad, el prejuicio, la marginación y tantos males que atentan contra la
vida. Incluso se construye todo un entramado de leyes, costumbres y prácticas
sobre eso supuestamente bueno. Jesús pone en peligro ese entramado con una simplicidad
radical, y cura al hombre. Su misión es salvar, hacer el bien,
posibilitar la vida.
Hoy
hacemos memoria de un grupo de misioneros dominicos en Japón, aquellos primeros
evangelizadores que fueron duramente perseguidos y martirizados. Hoy, el Evangelio
nos pone en camino, nos reta a hacer el bien, sin reparar en las dificultades o
peligros que nos pueda acarrear. La pelota está en nuestro tejado, la respuesta
a Jesús, el que sana y salva, está en cada uno.
Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-9-2018/
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