martes, 11 de septiembre de 2018

Evangelio del día, 11-09-2018 (Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 12-19
En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salta de él una fuerza que los curaba a todos.
Reflexión del Evangelio de hoy
Os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo

Hay un dicho de nuestros mayores que dice que la ropa sucia se lava en casa, de puertas para adentro. San Pablo recrimina a la comunidad de Corinto el por qué acuden a tribunales paganos para resolver los pleitos. Se pregunta por qué hay pleitos entre los hermanos, y si no es mejor acudir a un arbitraje entre personalidades de la comunidad eclesial.
Todos tenemos algo de ropa sucia que lavar en nuestra vida, pero hemos sido lavados, consagrados y perdonados en el nombre de Jesucristo. No podemos seguir viviendo como si nuestro pasado nos atormentara continuamente. El perdón de Cristo, la reconciliación ofrecida en la cruz ha de darnos una nueva conciencia y comprensión de nosotros mismos.
Y hemos de preguntarnos si la salvación ofrecida por Cristo en la Cruz sigue teniendo sentido para nuestra vivencia de la fe hoy. Hay mucha gente que no se perdona a sí misma, y en no pocos confesionarios hay sacerdotes que fustigan conciencias olvidando este acontecimiento salvífico.
Y es algo para pensar con detenimiento. Porque no necesitamos crear conciencias enfermas por el pasado, sino que necesitamos engendrar para la fe personas reconciliadas y sanas que vivan alegres su seguimiento a Cristo.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades
Jesús funda una comunidad de discípulos para que fueran testigos de su palabra y de su obra. Ellos eran testigos de cómo la gente escuchaba a Jesús, y venían de todas partes para que los curara de sus enfermedades. Muchas de ellas suponían un estigma social que los dejaba marginados de la sociedad.
Jesús al curarlos les retribuía su dignidad, dándoles una identidad y una pertenencia a un pueblo, al pueblo de Dios. Muchos quedaban con su presencia curados y aquellos que estaban atormentados por el espíritu se sentían liberados.
Y es que la Palabra de Dios, cuando la predicamos y la contemplamos, no ha de perder su visión y acción liberadora. Para eso se proclama hoy, como la proclamó Jesús en sus días.
Algunos pensarán que no podemos perder de vista la conciencia de pecado, como se ha perdido en la sociedad actual occidental, pero tampoco debemos de perder de nuestro horizonte la visión de la reconciliación y liberación que propone Jesús. Es una buena noticia liberar de los tormentos del pasado a la gente, sanando y curando a través de una palabra que salva por encima de todo. Dios por encima de todo, en Jesús, nos muestra su salvación.

Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/11-9-2018/

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