Padre Kentenich, Fundador De Schoenstatt © Enrique Soros |
50 años del fallecimiento del fundador de Schoenstatt
(ZENIT – 13 sept. 2018).- El próximo sábado 15 de septiembre se cumplen
50 años del fallecimiento del P. Kentenich. En esta ocasión se celebrarán
diversos eventos en el pueblo de Schoenstatt en Alemania, y a lo ancho y largo
del mundo, en ciudades en que el movimiento de Schoenstatt se encuentra
arraigado.
“¡Te voy a colgar!”: El Padre Kentenich frente al nazismo
Cuando von Redwitz, el jefe del campo de concentración de Dachau, le
preguntó en estado de ebriedad al P. José Kentenich “Eh, tú, consejero religioso.
¿Eres tú un consejero espiritual?”, no se imaginaba que un prisionero pudiera
responderle con paz interior y sin miedo en un campo de horrores, torturas y
muerte. El terror ejercido hacia los prisioneros era una forma eficiente de
mantener una perfecta disciplina, y a la vez, de descargar toda la miseria
enraizada en el alma del represor.
Cuatro semanas en un búnker
El P. José Kentenich había fundado el Movimiento de Schoenstatt en el
año 1914, en Alemania. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Alemania estaba
sumida en una pobreza extrema, porque como perdedora, debía hacerse cargo de
los costos de la guerra ante los demás países. Ante tal humillación y pobreza,
Hitler se iba perfilando como líder, que prometía salvar a Alemania de la
ruina.
El pueblo alemán estaba entusiasmado por la esperanza de recuperar la
dignidad y la estabilidad en el país a través de Hitler. El P. Kentenich se
reunió con el obispo de Münster, Clement August von Galen, que al igual que la
amplia mayoría de los dirigentes católicos, confiaba en que Hitler podría ser
una excelente opción para Alemania. Sabiendo que el P. Kentenich no era de esta
opinión, el obispo le pregunta: “¿No cree usted que detrás de todo este proceso
hay una voz de Dios y que el nacionalsocialismo podría ser bautizado?”.
El P. Kentenich recibió como misión el forjar una persona nueva en una
comunidad nueva, en libertad, en el espíritu de María, destinado a vencer al
hombre masificado, vacío de valores, colectivista, promovido por el populismo,
en este caso denominado nacionalsocialismo. Al ver que los ideales de Hitler no
conducirían a forjar este tipo de persona anclada en Dios y con libertad
interior, tuvo los elementos para responder al obispo con firmeza: “No veo
dónde se le podría echar el agua bautismal”. Años más tarde, el obispo sería
nombrado cardenal y se lo conocería como el León de Münster, por su férrea y
frontal lucha contra el régimen nazi.
En 1941, el P. Kentenich fue apresado por la Gestapo, la policía de
Hitler. Se lo recluyó a un edificio que había pertenecido a un banco, a un
búnker que se había utilizado para guardar en forma segura las sacas con
dinero. Era un lugar extremadamente frío, lúgubre, pequeño, donde el prisionero
apenas podía moverse. De bunkers contiguos, se oían gritos de pavor. La mayoría
de los prisioneros se volvían locos al tercer día, en medio de gritos de
desesperación y llanto. Esto hacían los nazis para quebrar la moral de sus
prisioneros.
Luego de cuatro semanas de estadía en este lugar de espanto, fue llevado
a una celda. El capellán de la prisión, Mons. Paul Fechler, dio testimonio del
estado en que salió del búnker: “intacto en cuerpo y en espíritu, como un
vencedor”. El mismo P. Kentenich expresó: “Por fin tuve vacaciones. Por fin
tuve mucho tiempo para rezar en paz”.
En el campo de concentración
El P. Kentenich había desarrollado una paternidad muy profunda entre sus
hijos e hijas espirituales. La misma tenía siempre como meta conducir a la
paternidad de Dios. En marzo de 1942, el sacerdote fue enviado al campo de
concentración de Dachau, donde su personalidad sobresalía de entre las personas
masificadas que allí vivían.
Luego de incidentes en los que los nazis habían intentado atemorizarlo,
al ver que no tenía miedo, y que por el contrario, irradiaba seguridad interior
y dignidad, los prisioneros lo respetaron de entrada, y comunistas comenzaron a
llamarlo “papá”. En un ambiente donde los instintos animales dominaban las
relaciones, descubrieron en su personalidad un pequeño oasis que daba
esperanzas de que todo no terminaba en ese infierno, que todavía valía la pena
cultivar valores.
El P. Kentenich se dedicó en Dachau a asistir a sus compañeros de prisión,
a dar charlas y hasta retiros en las diversas barracas, corriendo
constantemente riesgo de ser descubierto y torturado o asesinado. De su pobre
ración de comida, solía compartir con un hambriento, para ser solidario, pero
también para fortalecer su personalidad. Sentía que podrían quitarle la
libertad física, pero jamás su dignidad y libertad interior.
Escribió varios libros, que salían del campo en forma oculta en hojas
sueltas y son hoy una joya de ascética, espiritualidad, pedagogía y
teología. De entre esa literatura, escribió oraciones, poemas profundos
sobre la alegría de vivir en la victoriosidad de los hijos de Dios, de sus
vivencias con María, etc. Difícil es imaginarse que un hombre pueda trascender
tanta miseria y ser para otros una profunda esperanza, un pequeño terruño del
cielo.
Se supo amado
Años más tarde le preguntaron al P. Kentenich: “Padre, después de haber
pasado cuatro semanas en el búnker, el tiempo en la cárcel, y tres años de
horror en el campo de concentración, ¿qué es lo más difícil que vivió, el
momento más terrible?”, a lo que él respondió: “No tuve un segundo difícil”. Y
explicó por qué tuvo una excepcional resistencia a todo tipo de vejaciones y
tortura física y psicológica. Hacía ya muchos años que ponía su vida completamente
en las manos y la voluntad de Dios. Su madre, al verse obligada a dejarlo en un
orfanato a los nueve años, lo consagró a la Virgen María.
Esta entrega mutua de corazones marcó a José para toda su vida. Desde
entonces se supo amado y profundamente acompañado y guiado por la fiel compañía
de María. Se trató de un amor tan profundo, que le dio fuerzas para hacer
frente a toda adversidad. Por eso, ya desde niño se ejercitó en tener una vida
recia y varonil, en dominar su cuerpo y mente.
Dormir en el suelo, soportar heladas sin abrigo y días de sol calcinante
en la plantación del campo, arriesgar la vida constantemente para cumplir con
su misión, subsistir años de hambruna, vivir en un infierno entre personas con
actitudes primitivas, dormir en barracas hacinadas, no le causaba la más mínima
dificultad, y menos todavía crisis, porque tenía muchos años de entrenamiento
en la reciedumbre, y especialmente en aceptar activa y filialmente la voluntad
de Dios en cada momento de su vida, sintiéndose abrazado por la maternal
presencia de María en su corazón.
Fidelidad filial a la Iglesia, al Papa, en los momentos más difíciles
El P. Kentenich pasó por duras luchas internas en su juventud. Estas le
abrieron los ojos desde muy temprano respecto a la importancia de una sana
relación con todo lo creado, como camino seguro hacia una vinculación profunda
y auténtica con Dios y, por ende, hacia la ordenación completa del organismo de
vinculaciones del ser humano.
Ahora, después de la guerra, durante la cual su Obra había sido probada
hasta el extremo, al advertir que estas vinculaciones humanas fueron
elementales no sólo para subsistir, sino incluso para el crecimiento de sus
hijos en la vida espiritual y en la santidad, se sintió en la obligación de
plantearle a la Iglesia la necesidad de enraizar el amor de Dios en el alma a
través de lo humano y de todo lo creado, como medio para llegar al amor a Dios.
O sea, no bastaba con que la Iglesia construyera escuelas, orfanatos,
templos y seminarios, y que los católicos fueran a misa todos los domingos. Era
necesario que la fe penetrara la vida, y eso no sería posible si no se
profundizaba el organismo de vinculaciones naturales y sobrenaturales; de otra
forma la Iglesia no podría resistir a los embates del tiempo moderno.
El 31 de mayo de 1949 el P. Kentenich deposita sobre el altar del
Santuario de Schoenstatt en Santiago, Chile, la primera parte de una larga
carta que enviaría al obispo de Tréveris –diócesis en la que se encuentra
Schoenstatt–, en la que expresa estas ideas con todo respeto, pero a la vez con
absoluta claridad. Propone una forma de pensar, amar y vivir orgánica,
contrapuesta a una mecanicista, que no refleja en la vida los valores
cristianos, y llega a afirmar que en este punto se juegan los destinos de la
Iglesia y del mundo.
La Iglesia no estaba preparada para hacer un análisis crítico de su
propia realidad. Interpretando que se trataba de una crítica a su jerarquía, se
separó al P. Kentenich de su fundación. La Iglesia probó con dureza su
fidelidad. A través del Concilio Vaticano II, que duró tres años, la Iglesia
fue abriendo su concepción de sí misma, y justo al finalizar el mismo, el P.
Kentenich fue liberado de todas restricciones que pesaban sobre él, sin que se
encontrara fundamento justificado a ninguna reclamación.
“Tú eres Pedro” resuelve
encrucijadas en tiempos de crisis
El P. Kentenich fue siempre fiel a Roma, fiel a la Iglesia. Jamás se le
vio con amargura o desazón. Al respecto de cuestiones que consideraba
incorrectas, siempre se dirigía en privado a la autoridad. Era obediente a toda
orden que recibía, pero a la vez, expresaba con claridad su posición. En los 14
años de separación de su Obra fue probado duramente. Siempre respondió con paz
interior. Sin duda su visión de la Iglesia era una más iluminada, transparente,
humana, comprometida con la realidad del mundo, y santa. Esto no fue
simplemente una idea, sino que la Divina Providencia fue conduciéndolo a que su
fundación tuviera como meta vivir estos valores.
En un tiempo en que la fidelidad al Papa tambalea en muchas personas,
algunas de forma intencional y pública, en otras por inseguridad y en forma
privada, la figura del P. José Kentenich marca muchos corazones en una dirección:
Fidelidad incondicional al sucesor de Pedro, al vicario de Cristo. Sobre la
crisis actual, no hay duda que no se debe negar la realidad, no se debe ignorar
la verdad. Debe haber justicia. Se debe proteger a las víctimas y ayudarles a
sanar, de la mano de la justicia.
A la vez, el ejemplo del P. Kentenich compele. Mueve a tener una
fidelidad incondicional a la Iglesia, al santo Padre. Mueve a confiar que el
Papa actúa de la mejor forma que puede, dentro de las ilimitadas limitaciones
de su humanidad. Desde esta perspectiva se entiende que fidelidad a Jesús
implica que al Papa no se le exige, sino que se le respeta, se lo protege y se
le obedece en humildad y amor, sin excepciones.
Por la misión que el Espíritu Santo infundiera al Santo Padre, el
testimonio de vida del P. Kentenich invita a los católicos a llevar una
profunda vida de santidad y de filialidad y fidelidad radicales al Papa, y en
el Papa, a Jesús. Una simple frase puede resolver para los católicos una de las
preguntas más cruciales en un tiempo de dudas, intrigas y crisis: “Tú eres
Pedro”. Y podemos quedarnos tranquilos, que Pedro, responde en su conciencia,
directamente al Señor.
El carisma del P. Kentenich,
un gran desafío
El P. Eduardo Aguirre, postulador de la causa de beatificación del P. Kentenich,
recuerda la misión heredada del fundador de Schoenstatt: “El P. Kentenich
conscientemente no habla de su carisma, sino del carisma y de la misión de
Schoenstatt para la Iglesia y el mundo en el tiempo actual. Esta es la herencia
que hemos recibido de él y que queremos asumir de nuevo y más conscientemente,
especialmente en este Año del P. Kentenich, para llevarla a la Iglesia.
El carisma de P. Kentenich es nuestro carisma. Por consiguiente, es un
desafío para nosotros – 50 años después de su muerte – y es nuestra
responsabilidad, que su carisma se realice y sea fecundo en la Iglesia y el
mundo… Con el espíritu del fundador, queremos proyectarnos en el futuro con
él.” Y sobre la relación de la misión del schoenstattiano con el Papa
Francisco, expresa Aguirre: “Por encima de todo, cada uno de nosotros y juntos
en nuestras comunidades, estamos llamados a seguir el camino de la santidad que
nos señala el Papa Francisco en su exhortación apostólica, Gaudate et exultate,
del 19 de marzo 2018. Así seremos los mejores testigos de la santidad de
nuestro padre y fundador.”
El texto completo de la carta puede leerse aquí.
SEPTIEMBRE 13, 2018 19:26MOVIMIENTOS
ECLESIALES
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