Hoy, en esta escena vemos que la existencia humana no es
indiferenciada (sin sentido), sino que tiene "relieve": Dios llama al
hombre y su llamada es "peculiar". La respuesta a esta llamada tiene
preferencia y reclama la totalidad de nuestro ser. No basta con entregar una
parte de uno mismo…
Para el cristiano significa que existe la "hora de
Jesucristo", el instante que no puede aplazarse, porque no se puede
calcular y decir: "Sí quiero, por supuesto, pero ahora…". Porque así
se podría dejar escapar el instante de "mi" vida y perder
—precisamente por culpa de estas cautelas— lo auténtico de "mi"
propia vida, que ya nunca se puede recuperar. Hay la hora de "la
llamada", que exige una decisión instantánea, ¡la decisión más importante!
Tienen preferencia la razón de Jesús y su llamada: ¡llegan primero!
—Pido a mi Madre Santa María que sepa —como Ella—
responder bien y a tiempo, posponiendo lo "razonable" ante este
"más grande" que es Él. Sólo así llegaré verdaderamente hasta su
cercanía.
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