Hoy, Jesucristo —después de desautorizar a los saduceos—
ahora lo hace con los fariseos. Su "método" es siempre el mismo:
arranca desde la Sagrada Escritura. Y desde la "mirada de Dios" todo
es más sencillo: evitando la "casuística", el Maestro sintetiza toda
la Ley y los Profetas en el doble precepto de la caridad. Si Dios no es un
extraño para mí, sino que procuro identificarme con su voluntad, entonces no es
difícil "descubrir" quién es mi prójimo.
Efectivamente, en Dios y con Dios amo también a la otra
persona (que quizá ni siquiera conozco). Esto sólo puede llevarse a cabo a
partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en
comunión de voluntad. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo
con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo
es mi amigo.
—Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Tú,
Señor, haces por mí y a lo mucho que me amas.
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